A pesar de que un tema como este podría dar pie a una conversación más bien subida de tono, hay que de decir que el de la 209 Cena Hora Europea del Ámbito María Corral, fue un tono de lo más sereno al tiempo que rotundo; más abocado a mirar adelante que no a regodearse en las razones en cuestión, aunque todo el mundo coincidiera que haberlas, haylas de sobras.
Y es que la sintonía de los tres ponentes en un aspecto central fue plena: la indignación es el primer momento de un proceso que, partiendo de la protesta, ha de seguir en la denuncia y ha de pasar a la propuesta que genere acciones.
Las palabras de Irina Bokova, Directora General de la UNESCO, con motivo de la celebración del Día Mundial de la Filosofía, fueron el hilo conductor de la aportación de Natàlia Plá: «la filosofía tiene el poder de cambiar el mundo, pues está dotada de esa capacidad de transformarnos, dando mayor peso a nuestras indignaciones ante la injusticia, más lucidez para formular las preguntas que incomodan, más convicción para defender la dignidad humana». Así, esta profesora de la Universitas Albertiana, destacó el hecho de que toda capacidad transformadora pase, necesariamente, por la transformación personal; si esta no se da, tampoco se producirá el cambio estructural que nuestra indignación demanda.
Siendo la indignación un sentimiento reactivo, cuando remite a algún daño u ofensa que sufrimos, puede ser o no ético. Pero sí podemos hablar de indignación moral cuando atañe a una injusticia que no sufrimos en propia carne, cuando nos ofende que la dignidad de otro a quien no conocemos sea agredida. La indignación está vinculada, pues, con la injusticia, y Plá destacó el hecho de que esta noción cada vez fuera menos fría. La justicia ha de ser cordial (Cortina) o incluso poética (Nussbaum). No hay justicia si no hay amor de algún tipo, aunque sea amor cívico. Esto contrasta con tendencias más clásicas que entendían que la sabiduría debía de ser impasible. Contrariamente, hoy muchos consideran que la sabiduría pasa por la capacidad de compasión.
Aunque el segundo ponente arrancó confesando sufrir una crisis de palabras, lo cierto es que Ivan Pera dijo unas cuantas y bien claras. Tal vez porque, como reconoció el director de la Fundación Carta de la Paz, dicha crisis le obliga a buscar nuevas palabras, «palabras firmes para tiempos duros». Unos tiempos que demandan construir de nuevo, una vez superada una etapa que hemos de asumir que ha terminado; toca a las actuales generaciones asumir el reto. La cuestión, según Pera, es que no sabemos qué ni hacia dónde construir, y en lo que no podemos caer es en el error de esperar que otros lo hagan por nosotros. Advertidos de que él hablaría desde su experiencia en política activa, destacó cómo se había producido el paso de la indignación privada a la indignación pública que, en este caso, se ha visto favorecida por la cultura democrática que se ha construido en las últimas décadas, posibilitando que se trate de una indignación social pacífica. Una indignación que no se puede quedar en el grito, sino que ha de dar respuestas y generar compromisos. Porque no será posible cambio alguno si no hay implicación en un ejercicio de liderazgo y radicalidad democrática. Por eso, y siendo consciente de que no es una invitación acogida de buena gana de entrada, Ivan Pera concluyó diciendo que también es hora de gobernar, de hacer política. Y que no vale lavarse las manos, porque necesitamos la política si de verdad queremos vehicular cambios en estos tiempos duros, aunque llenos de oportunidades.
Coincidiendo con esta línea de implicación, llegó la intervención de Eulàlia Reguant quien, procedente del mundo del activismo social, insistió en el hecho de que la indignación ha de movernos colectivamente. Y es que, según decía la Coordinadora de FIARE Banca Ética en Barcelona, «la indignación por cuestiones colectivas que van más allá de un disgusto, generan voluntad de cambio», y es esto lo que hace que lleguen a transformarse algunas cosas. Sin embargo, aún como paso previo, Reguant señaló la formación para saber interpretar las informaciones; la conveniencia de dotar de herramientas que nos permitan ir a las causas y hacer una lectura política, entendiendo la política como la recuperación del espacio público. Porque si no logramos incidir sobre las causas, estas producirán de nuevo las mismas consecuencias que hoy nos indignan. Recuperando una perspectiva histórica, los actuales movimientos de indignados, aprenden de mucha gente que sin ser denominada así, comenzó a trabajar hace décadas en cuestiones relativas a lo que entonces se denominaba Tercer Mundo y que hoy quedaría recogido en el concepto de Sur, de Sur global; un concepto que ya no tiene que ver con el Ecuador, sino con una concepción económica y social. La consciencia hoy de un sistema injusto, cuyas consecuencias sufrimos en propia carne, han generado este movimiento de respuesta que ya está planteando propuestas alternativas, alternativas que están a nuestro alcance. Como gráficamente recogió Reguant, hay muchos movimientos que piensan que «ya basta de decir no, es el momento de decir sí».
Ámbito Maria Corral