Por Caterine Galaz
Doctora en Filosofía de la Educación
Barcelona, (España), julio 2009
Foto: Alxndr
En muchos países del hemisferio norte la gente se prepara ya para las vacaciones de verano y comienza a percibirse una cierta paranoia social por la figura corporal, aumentando la actividad física, así como también la preocupación por el exceso de ingesta de alimentos. Sin embargo, esta precaución en muchas sociedades actualmente suele durar unos cuantos meses, sobre todo porque se vincula más a la imagen corporal que cada sujeto quiere mostrar ante los otros, que a una inquietud personal por mantener hábitos saludables a largo plazo.
En la Antigüedad y en la época Moderna, la actividad física tenía un papel fundamental en las tareas cotidianas: en el trabajo, el transporte, la comunicación, las actividades de ocio, etc. En otras palabras, las personas estaban acostumbradas a tener, en mayor o menor medida, una vida físicamente activa. Pero si bien la salud y la actividad física fueron temas importantes para el ser humano debido al bienestar que infundían en su vida, hoy en esta época ciber que vivimos, la situación ha cambiado. Actualmente las sociedades industrializadas muestran importantes déficits en cuanto a hábitos de vida activos, predisponiéndose a enfermedades crónicas como la obesidad, la hipertensión, los accidentes y una mayor propensión al cáncer.
Este fenómeno de sedentarismo se ha extendido a diversos puntos del globo y se debe, en parte, a los avances tecnológicos; que de alguna manera dan como resultado una menor implicación de la actividad física en la vida cotidiana. Además de esta condición, uno de los factores que intervienen en este panorama tiene que ver con los estilos de vida que adoptan las personas.
El experto en hábitos saludables, Marcos Becerro, señala al respecto que “…a pesar de los beneficios que puede aportar la realización de actividad físico-deportiva, el estilo de vida del hombre se compone de cinco ‘demasiados’ y un ‘muy poco’: demasiado tabaco, demasiado alcohol, demasiado estrés, demasiada comida y demasiadas drogas, y muy poco ejercicio”.
Así, el estilo de nuestra sociedad actual está muy influenciado por la adopción de hábitos de riesgo principalmente del consumo de sustancias que provocan enfermedades (como drogas, alcohol y tabaco), por el consumo de alimentos poco saludables y por el estrés laboral. Este estilo de vida es reforzado además por las formas inactivas de trabajo y ocio, y por la utilización exacerbada de medios de transporte que no implican actividad motriz (automóviles, motocicletas, aviones, trenes, buses, etc.). Por otra parte, ya la OMS ha advertido los niveles preocupantes de sedentarismo en la población en general, particularmente en la infantil, sobre todo por el número de horas que pasa este sector social en actividades inactivas y ante la masificación de ciertos hábitos de ocio –como la sobre-utilización de la televisión, el ordenador y las videoconsolas.
Las exigencias sociales –producidas por las determinantes macroestructurales- son las principales causas por las que las personas señalan no desarrollar actividades físicas cotidianamente. Entre éstas se cuentan el tipo de trabajo que llevan a cabo, la cantidad de horas laborales, el nivel de exigencia en los estudios y perfeccionamiento permanente en algunas personas, el tipo de ocio generalizado y promovido por diversos agentes sociales (especialmente los medios de comunicación), y las demandas del núcleo próximo directo (se debe considerar la diversidad de modelos de “familia” existentes actualmente, que dificulta la derivación de tareas tradicionales a otros miembros del núcleo de manera de garantizar tiempo libre para actividades físicas específicas), etc.
Este nuevo escenario social deja poco espacio para que la actividad física sea ejercida. Cada vez es mayor la preocupación de diversos gobiernos frente a los signos sociales que evidencian la prevalencia de sedentarismo y de malos hábitos. De allí, la importancia de tomar consciencia respecto de nuestro cuerpo y nuestros propios comportamientos cotidianos respecto de la actividad física. Se requiere intentar generar hábitos de vida saludables; es decir, tener conductas relativamente estables en el tiempo, en diversos aspectos de nuestra vida cotidiana, que sean beneficiosos para la salud.
No obstante, en un sector de la población sí que se evidencian prácticas que consideran el ejercicio físico como algo habitual. Esto se puede deber: al contexto social en que estos sujetos pueden haber crecido (muchos de ellos con estímulos permanentes en torno a la actividad física, como puede ser de tipo familiar o social a través de los grupos de amistades); por una tendencia sociocultural generalizada que estimula cierto tipo de imagen corporal; y/o porque efectivamente fueron estimulados suficientemente para que pudieran adquirir habilidades, técnicas y conocimientos que hicieron que la práctica física fuera parte integrante de sus modus vivendis. Quizás son estas personas quienes debieran servirnos como ejemplo. Porque no se trata sólo de ponernos activos de forma temporal por una preocupación estética personal, sino que el ejercicio físico es un factor importante para el desarrollo social y la consolidación del bienestar general de las comunidades.