Por: Elisabet Juanola
Periodista
Barcelona, octubre 2016
Foto: Creative Commons
Se llama Juan José y hace treinta y cinco años que es docente. Se dedica a la educación porqué, siendo estudiante de farmacia, a veces ayudaba a otros compañeros a estudiar, situación que le permitió descubrir a partir de la experiencia práctica que su vocación era ser maestro. Él dice que descubrió verdaderamente el sentido de su vida. Se tituló de profesor y al cabo de un tiempo tuvo la oportunidad de ejercer cargos de responsabilidad. Actualmente es rector de un colegio de una periferia en Santiago de Chile.
Juan José explica que cuando llegó a la escuela que tiene hoy a su cargo, ahora hace diez años, estaba físicamente muy deteriorada: «Parecía una prisión –recuerda–, todo estaba maltratado, las paredes rayadas, puertas rotas; y robaban a los docentes, nadie quería trabajar aquí». Inmediatamente empezó a embellecer los espacios, pero le costó dos años instalar acuerdos explícitos e implícitos sobre reglas de convivencia y respeto. Pero el trabajo tan solo empezaba, porqué lo más delicado era traspasar al cuerpo docente la convicción de que «todos podemos», que «es posible» y, como él dice, que los docentes «crean en las posibilidades de los alumnos». Dice Juan José: «De una manera teórica, un docente sabe que todos los alumnos pueden aprender, pero a la práctica, muchos elementos se ponen en juego, hay profesores(as) que tienen miedo, no tanto de ser agredidos, sino de fracasar, de hacerlo mal, tienen miedos personales, inseguridades porque no han podido comprender, a través de la práctica docente, que es posible. Cuando no tienes este convencimiento, es muy difícil».
La experiencia de Juan José es que la práctica educativa funciona para todos, desde el rector hasta el más pequeño de los alumnos y se basa en la confianza: «Es necesario invertir tiempo y ponerse metas, mejorar los espacios físicos, hacerlos acogedores. En esta escuela no se cierran las puertas, se entornan, y si alguien tiene que hablar de una cosa más delicada, los otros no entran, todos lo hacemos». Juan José tiene un calendario de acompañamiento a los docentes para escucharles y los anima personalmente y, para que vean que todos podemos aprender y evolucionar en la vida, ha contratado dos docentes que habían sido alumnos de esta escuela.
Este ejemplo del convencimiento de un director de escuela es una muestra del proceso de una persona cuando, además de experimentar lo que significa «entender» los contenidos, trata de «comprender» las personas que trabajan con él y les ayuda a «comprender» a sus alumnos. «Es una cadena –dice Juan José–, pero cuando lo has podido experimentar, no lo olvidas nunca más; cambia la vida de las personas y nos damos cuenta que todos, todos, tenemos nuestro espacio».
Publicaciones e investigaciones dentro del mundo educativo animan mucho a hacer la práctica docente a partir de la experiencia y afirman que para aprender es necesario entender los contenidos. Maneras de entender son los ejemplos de la vida cotidiana, poder contrastar lo que se ve en clase con lo que vivimos, ver los mismos contenidos de una manera transversal y dedicar más tiempo a aquellos que son más significativos. ¿Cuáles son los contenidos más significativos? También los estudios dicen que depende de cada persona y que es necesario ir conociendo a los alumnos profundamente. Las experiencias de vida siempre son útiles para aprender, pero es necesario integrarlas: entender los contenidos y comprender las situaciones personales de los alumnos.