Por: Pere Reixach
Especialista en Estudios del Pensamiento y Estudios Sociales y Culturales
Barcelona, junio 2017
Foto: Assumpta Sendra
Las viudas, todas las viudas de nuestro país, son doblemente viudas. Primero porque han perdido a su esposo, su compañía y su amor. Se hunde una de las paredes maestras de su proyecto vital común. El duelo y el desequilibrio emocional abren la puerta a un posible huésped indeseable: la depresión.
Segundo, porque le arrebatan una buena parte de los ingresos que sostienen la estructura económica de su hogar. Sin embargo, las gastos básicos continúan igual (agua, luz, gas, comunidad de vecinos, IBI o alquiler y quizás alguna cuota de préstamo) pero con una boca menos. ¡Menos mal!
¿Por qué pongo en evidencia esta situación? Porque es hora de pasos decisivos para el futuro de nuestro país y porque todos, absolutamente todos los partidos, se apresuran a poner las velas de la acción social. La «prueba del algodón», pero, la verdadera acción social, será su actitud responsable, sin retóricas, hacia la economía de las viudas, condenadas al estado de pobreza de por vida, si no ponemos remedio.
Recuerdo que el Eurostat, la oficina de estadística de la Comisión Europea, establece que ser pobre en el Estado Español es el equivalente a vivir con 700 €. También recuerdo que de acuerdo con los datos del Ministerio de Empleo y Seguridad Social, la cantidad media de pensión de las viudas, está entorno a los 600 €.
Decidme, ¿cuántas viudas, de los dos millones y medio que hay en el Estado Español, están por debajo de lo que se considera umbral de pobreza y cuántas se ven condenadas económicamente a una situación de exclusión social? ¿Un 60 %, un 70 %? ¿Un millón y medio? ¿Un millón setecientas cincuenta mil?
La viuda cobra entre el 52% y el 70% de la base reguladora de la pensión de jubilación del marido. O sean que los ingresos domésticos quedan reducidos, según los casos, entre un 48% i un 30% aproximadamente. Ya me diréis como puede salir adelante, si no cuenta con otros ingresos, para atender las necesidades básicas de su hogar.
Que yo sepa, la «multiplicación de los panes y los peces» solamente la hizo Jesús en toda la historia de la humanidad, por tanto la pobre viuda (mejor dicho la viuda pobre), tiene que hacer, sin atributos divinos, semejantes milagros para llegar a fin de mes. Haced números sobre la base reguladora del marido y sabréis cómo quedará económicamente el cónyuge. Si hacemos caso del adagio castellano «las penas con pan son menos penas» podemos decir de manera contundente que las penas sin pan son dobles penas.
¿Cómo puede ser que demos la espalda a unas personas que lo han dado todo para hacer grande el país? Muchas viudas, especialmente las nacidas entre los años 30, 40 y 50 se han dedicado de lleno a su hogar. Dicen que no han trabajado y no han cotizado, pero gracias a ellas el Estado ha tenido mano de obra, pues la media de hijos era, como mínimo de tres a cuatro. Gracias a ellas el Estado se ha ahorrado guarderías de niños y residencias de ancianos, porque ellas cuidaban todos los miembros de la familia. Y ahora les dejamos en la miseria. ¡No hay derecho!
La Constitución Española, en el artículo 41, es bien contundente: «Cualquier contribución contributiva y no contributiva ha de ser suficiente para sufragar las necesidades de la vida».
¿Queda claro, señores gobernantes, que este enunciado es especialmente imperativo y urgente en las pensiones de las viudas.
Después de semanas de reuniones, el Gobierno Catalán y los promotores de la ILP llegaron, el miércoles 10 de mayo pasado, a un principio de acurdo sobre la Renda Garantida de Ciudadanía mínima. Una vez aprobada, será una realidad a partir del mes de setiembre y se ha establecido en 664 euros, aunque este año solo se abonaran 550, el 85% de esa cantidad.
La pregunta imprescindible es: ¿podrán beneficiarse las viudas. ¿Podrán gozar de una legislación especial que atenga los méritos contraídos?
¡Indignémonos, rebelémonos ante tanta ignominia que padecen las viudas!
No permitamos que sean doblemente viudas. Viudas por la pérdida de su ser querido y viudas del consuelo solidario de la sociedad que han servido.