Por: Ramon Santacana
Profesor universitario y pintor
Taiwan, Noviembre 2017
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Los llamados Millennials la generación de los que en el año 2000 tenían 18 años o menos, la generación que ya creció con ordenadores portátiles, con internet, con navegadores y con correo electrónico, ya quedó atrás. Una nueva generación ha irrumpido con fuerza y está entrando, con el nuevo año 2018, en la mayoría de edad.
Se trata de la generación que ha crecido usando tableta y que desde la preadolescencia estan suscritos a redes sociales a las que principalmente acceden desde sus teléfonos inteligentes. Jean Twenge, una profesora de la San Diego State University, que publicará un extenso libro sobre el tema, los denomina la iGen[1].
Sí, ya están aquí y no hace falta leer libros o artículos para saber de su presencia, pasean por la calle con su mirada fija en sus pantallas de mano, o sentados sin prestarse atención pendientes de las redes, pasan varias horas al día en las redes sociales, duermen con el móvil al alcance de la mano, a veces entre sábanas y almohadas. Revisar mensajes es lo primero que hacen al despertarse, también lo último al acostarse y no sabrían pasar un sólo día alejados de esos aparatos con tantas aplicaciones diseñadas para crear dependencia.
Desde 2012[2] los estudios observan fuertes cambios en el comportamiento social de los adolescentes. Dichos cambios, bien documentados en investigaciones a base de macroencuestas realizadas por fiables instituciones, nos muestran una generación con los siguientes rasgos:
- Sale menos de casa.
- Se encuentra menos con amigos, interactua menos con la gente.
- Menos propensa a moverse autónomamente (conducir, viajar, etc.).
- Menos propensa a buscar trabajos eventuales para cubrir sus gastos.
- Menos propensa a la actividad sexual (declive de embarazos adolescentes).
- Menos propensa al abuso de alcohol y a la delincuencia.
- Menos horas de sueño (y con más sueño en horas diurnas).
- Más propensa a la angustia y a la soledad.
- Más propensa a conductas asociadas al suicidio.
- Desglosado por sexos, las muchachas tienden a sufrir con más intensidad los fenómenos de ansiedad, soledad, ciberacoso, etc.
Todavía es pronto para saber los efectos neurológicos de la sobreexposición a la actividad en red, pero en cuanto a la conducta ya se ha podido establecer correlaciones directas entre el número de horas de exposición a las pantallas y la intensidad de las conductas detalladas. La magnitud de las cifras es alarmante y algunos estudios realizados por instituciones no sólo en Estados Unidos o Japón, sino en otros países como Australia[3] parecen corroborar la dirección de estos cambios.
Algunos autores como Clement y Milles que documentan que Bill Gates y Steve Jobs restringieron el uso de tecnología a sus hijos cuando eran pequeños, entre 2007 y 2011, ponen de manifiesto el hecho de que muchos padres que trabajan en empresas del Silicon Valley restringen el uso de teléfonos inteligentes, tabletas y ordenadores[4]. Estos padres parecen captar mejor el poder adictivo de estos aparatos que el público en general.
Pero la tecnología está aquí para quedarse y desde una edad bien temprana[5]: «He observado a mi hija que apenas empieza a caminar, deslizándose con confianza a través de un iPad. También he escuchado a mi hija de 6 años pidiendome su propio teléfono móvil y a mi hija de 9 años discutir la última aplicación para triunfar entre sus amigas» observa Jean Twenge.
El reto educativo y parental está ahí presente, el debate sobre el uso de estas tecnologías en el proceso educativo también. Ya han aparecido las primeras estrategias y varias herramientas electrónicas de control parental[6], sin embargo también será necesario un debate filosófico, social y político. Estas dependencias, cual Caballo de Troya, que penetran en los hogares y escuelas a través de los miembros más jóvenes tienen su mirada puesta en toda la sociedad. Si observamos a cierta distancia objetiva los rasgos descritos y los generalizáramos, nos describirían una sociedad domesticada, conformista, con un fuerte control social, donde el individuo carece de impulso de autoafirmación y se encuentra aislado e incomunicado, como sonámbulo, ajeno a la realidad circundante y con la atención absorbida por la aceptación social en la red.
¿Es ésta la sociedad que queremos?
[1] M. Twenge, The Atlantic (Septiembre de 2017): Have Smartphones Destroyed a Generation? url: https://www.theatlantic.com/national/archive/2014/03/here-is-when-each-generation-begins-and-ends-according-to-facts/359589/ Accedido en 15 de noviembre de 2017.
[2] El año que en EEUU se sobrepasó la cota del 50% de móviles inteligentes sobre población total.
[3] Elle Hunt, The Guardian (30 de mayo de 2017). Teenagers’ sleep quality and mental health at risk over late-night mobile phone use. URL: https://www.theguardian.com/lifeandstyle/2017/may/30/teenagers-sleep-quality-and-mental-health-at-risk-over-late-night-mobile-phone-use Accedido en 15 de noviembre de 2017.
[4] Clement y Milles, World Economic Forum (27 de octubre de 2017) Why Gates and Jobs shielded their kids from tech. URL: https://www.weforum.org/agenda/2017/10/why-gates-and-jobs-shielded-their-kids-from-tech/ Accedido en 15 de noviembre de 2017.
[5] Jay Donovan (19 de mayo de 2016) The average age for a child getting their first smartphone is now 10.3 years. URL https://techcrunch.com/2016/05/19/the-average-age-for-a-child-getting-their-first-smartphone-is-now-10-3-years/ Accedido en 15 de noviembre de 2017.
[6] Lisa Buyer (julio de 2017) A Parent’s Guide to Teens, Social Media and Smartphone Addiction. URL: https://medium.com/@lisabuyer/what-happens-when-you-take-a-teens-phone-away-for-7-days-617262853122 Accedido en 15 de noviembre de 2017.