Por: Josep M. Forcada Casanovas
Barcelona, noviembre 2017
Foto: Assumpta Sendra
La fortaleza es el impulso anímico que hace que no te detengas ante la adversidad, es decir, es la capacidad de seguir manteniendo el ánimo. A menudo en la vida, en muchos momentos, se deshacen proyectos y planes de trabajo, de convivencia, surgen terremotos, crisis económicas, cambios políticos, accidentes y tantos otros hechos que hacen tambalear la estabilidad emocional y, consecuentemente, disminuye la felicidad tanto la personal como la compartida.
Ramon Llull explica como él siente la alegría porque tiene tres motivos: «Porque Dios existe, porque yo existo, y porque los otros existen». La felicidad va unida a la alegría que se ha de entender como gozo. Cierto que a menudo muchas personas ponen esperanza en una realidad por conseguir y es lógico que aparezca el enfado cuando no se puede lograr; pero si además, esta situación no se supera, se produce una sacudida. Es la sensación de que se cierra una pesada puerta en el camino de la vida que hace que se debiliten las fuerzas para poder reabrirla. Hay otras personas que no viven esta sensación porque tienen la capacidad de superar los fracasos porque saben descubrir una rendija de resiliencia para poder resituar el presente y abrirse al futuro. Desgraciadamente hay hechos irreversibles como es el caso de la muerte de personas queridas que hace que todo cambie y mueren muchas posibilidades para los que quedan, pero por ley de vida están obligados a sentirse fortalecidos a fin de no quedarse ahogados en un negro duelo que anestesia los sentimientos.
La virtud de la fortaleza hace que, incluso, en situaciones límites y extremas el ser humano sea capaz de tener fuerzas para adentrarse en la esperanza humana y reencontrar a los otros que te puedan ayudar a seguir adelante.
¿Cómo afrontar las adversidades?
Requiere estar dispuesto a hacer un ejercicio previo, desde la sinceridad, por averiguar si hay culpabilidad personal y aceptarla. Así se sentirá libre para rectificar el protagonismo que uno tiene ante la adversidad.
Es tomar consciencia de las incertezas, de los imprevistos y de las realidades no deseadas. Es evidente que en la vida hay muchas circunstancias que hacen cambiar porque hay muchos elementos desconocidos que son imprevisibles.
En la educación y formación, tanto en las escuelas como universidades, se intentaba formar a las personas para conseguir seguridades, especialmente para el día de mañana, como por ejemplo tener un trabajo estable para garantizar la economía tanto personal como familiar. Además, un trabajo que respondiera a la vocación que uno tenía. Hoy en día desear esto casi desfigura la realidad presente, ya que pocas veces se realizará.
Actualmente es necesario pensar más en un hecho previo, es decir, en los fundamentos de la persona, para que acepte la propia realidad a partir de la humilde consciencia de conocer lo que uno es. Eso ayudará a entender que uno es un ser humano y no un semidiós. La persona ha de quererse y también ha de querer a los otros y las circunstancias tanto del pasado como del presente que han condicionado la vida para poder ser feliz. Ramon Llull tenía unos principios sólidos aunque algunos excluyan vivir la dimensión trascendente, pero es válido también conseguir la felicidad de existir aunque haya cosas que, a lo mejor, te hubiesen gustado diferentes. Poder entender que vale la pena sentir la propia existencia y la de los otros ofrece un concepto de la vida que por sencillo que sea se puede considerar fundamental.
Algunos pensadores del siglo pasado que no aceptaban cómo iban las cosas de su vida personal y social consideraban que su existencia no valía la pena. O decían, que era un absurdo o que todo se asomaba a lo inútil y a la nada. Esto lo solucionaban, incluso, quitándose la vida. Amar el tesoro de la propia existencia ayuda a entender el porqué de buscar la felicidad.
La fortaleza radica en la consciencia humilde y la confianza que uno tiene de sí mismo y de la propia libertad. Eso permite ser flexible para adaptarse sin miedo a las realidades, especialmente adversas, sin ingenuidad y aceptarlas, aunque no gusten. Por ejemplo, cuantas personas no se enteran de la evidencia de la muerte y, además, la frivolizan y la utilizan para lo que quieren, como pueden ser los atentados, las guerras o homicidios. Hay otras realidades que suceden en la vida como puede ser la enfermedad, pérdida de trabajo, ruptura de relaciones, injusticias…
La fuerza moral es necesaria para no improvisar ante las adversidades y dificultades. Es necesario tener presente que la vulnerabilidad humana hace camino con la fortaleza. Son las dos caras de una misma moneda que es necesario conocer con sinceridad. Quizá se habrá de aprender cuáles son las habilidades para superar las adversidades desde la resituación de la aceptación humilde del propio ser con su personalidad, abiertos a buscar lo mejor desde el propio bien y de los demás. La fortaleza se abre hacia la creatividad para re-crear, re-hacer y renovar situaciones que se han roto. Pero, desde un ágil y responsable concepto de la conciencia humilde y realista.
El instinto personal y social de mantener el ánimo, aunque haya sacudidas fuertes, pide la fortaleza para seguir caminando con paz y firmeza y con valentía emocional.
Publicado en la revista RE número 88
«Fortalesa per avançar»