Por: María de Jesús Chávez-Camacho Pedraza
Asistente pastoral jubilada
Barcelona, junio 2018
Foto: María de Jesús Chávez-Camacho Pedraza
«Si no tienes la libertad interior, ¿qué otra libertad esperas poder tener?» Esta frase de Arturo Graf, escritor italiano (1848-1913), me ha hecho darle vueltas a la cuestión de la libertad interior.
Algunos la definen como la capacidad para conducir la propia vida conforme a los propios criterios. Es interna en el sentido que el acto de elegir, se decide al interior nuestro. La libertad interior es la libertad de querer una cosa y no otra, decidirse libremente, de manera independiente, por sí mismo.
Jacques Philippe comenta en su libro sobre la libertad interior algunas actitudes que la potencian.[1]
La aceptación de nosotros tal como somos
La sociedad occidental nos presiona con frecuencia a ser lo que otros esperan de nosotros o lo que creemos que los otros esperan de nosotros. Para vivir en esta libertad interior estamos invitados a aceptarnos tal como somos, con nuestros límites reales.
Aceptarnos tal como somos es también una manera de no hacer caso de nuestras creencias limitantes que no corresponden a la realidad. Convicciones que han hecho nido en nuestro interior, esa voz interna que nos dice que somos incapaces de afrontar tal situación, esas voces interiores que hacen que nos minusvaloremos. Aceptarse uno mismo podría decirse que es acogerse con sus pobrezas y también con sus riquezas, y las posibilidades y capacidades reales de desarrollarse como persona.
Aceptación de los otros
Existe una relación profunda entre aceptarnos a nosotros mismos y aceptar a los demás. Una actitud favorece la otra. Con frecuencia, sucede que no logramos aceptar a otras personas porque, en el fondo, tenemos dificultad de aceptarnos a nosotros mismos.
Consentir a las contrariedades
Existen situaciones que no podemos controlar. Vivimos muchos acontecimientos que son contrarios a nuestras previsiones, a nuestras aspiraciones; y no podemos hacer otra cosa que aceptarlos. No se trata de consentir a regañadientes sino consentir realmente. Muchas veces, lo que nos hace mal cuando sufrimos, más que el sufrimiento en sí mismo es el rechazo a sufrir.
El dolor es mayor cuando no le vemos sentido. Viktor Frankl, en su libro El hombre en busca de sentido, comparte su experiencia en el campo de concentración[2]. Dice que: «En este lugar, lo que les queda a los prisioneros, es la última de las libertades humanas: elegir la actitud a adoptar en las situaciones que están obligados de vivir». El autor dice que la persona puede preservar en el campo de concentración una parte de su libertad y de su independencia de espíritu. Había prisioneros que iban de barraca en barraca consolando, ofreciendo los últimos pedazos de pan que les quedaban. Aunque sean casos raros, esto es una prueba que se le puede quitar al ser humano todo salvo una cosa, la última de las libertades humanas: la de decidir su conducta, sean cuales sean las circunstancias en las que se encuentra. Lo importante no es lo que esperamos de la vida, sino lo que nosotros aportamos a la vida. En vez de preguntarse si la vida tiene sentido, es a nosotros que corresponde darle un sentido a la vida, a cada día, a cada hora.
En la vida nos encontraremos con situaciones de dificultad que nos conciernen personalmente o que conciernen personas queridas; situaciones de impotencia. Aún en estas situaciones, tenemos la libertad de creer, de esperar y de amar.
Vivir en el presente
Una de las condiciones necesarias para conquistar la libertad interior es la capacidad de vivir el momento presente. Solo podemos ejercer nuestra libertad en el momento presente. No tenemos ningún poder para cambiar nuestro pasado. Aunque vivamos diferentes escenarios de cómo hubieran podido suceder las cosas, no las podemos cambiar. El único acto de libertad nuestro, es el aceptar las cosas como fueron. Tenemos poco control sobre nuestro futuro. Sabemos que aunque hagamos planes, previsiones, etc., con que suceda una pequeña cosa, todo cambia. No tenemos control sobre nuestro futuro. Es en el presente que podemos realizar actos libres. Es en el instante presente que estamos en contacto con lo real.
Publicado en el RE digital junio 2017
[1] Jacques Philippe, La libertad interior, RIALP, Madrid.
[2] Viktor Frankl (Viena 1905-1997), profesor de neurología y psiquiatría, creador de la logoterapia.