Por: Anna-bel Carbonell
Educadora
Barcelona, octubre 2019
Foto: Pixabay
Escucho horrorizada la noticia: unos padres adolescentes echan al rio a su bebé. Aguzo el oído… ¡no puede ser verdad! Habían escondido el embarazo a sus familias. Las lágrimas me llenan los ojos y el corazón se me encoge de tristeza.
Pocos días después sale a la luz la noticia de los niños y jóvenes retenidos por unos supuestos «maestros de escuela» en Nigeria y que vivían amenazados, apaleados, vejados sexualmente… y a continuación la noticia de la muerte de miles de niños yemenitas a causa del hambre provocado por la guerra, y el aumento de los niños que viven en familias por debajo del umbral de la pobreza también en nuestro país, y… Cuántas vidas rotas antes de ser vividas.
Apago el televisor, no quiero seguir escuchando. No compro la prensa, no quiero seguir leyendo. Pero sé que ignorar no me serenará, ni solucionará el problema, ni me hará más feliz ni salvará más vidas; pero hacer un espectáculo mediático, una acusación condenatoria, una denuncia pública, un juicio baladí… tampoco. Entonces que es mejor: ¿hablar de ello o hacer silencio?
Las sociedades cometemos una y otra vez los mismos errores, las lecciones históricas no son aprendidas; las grandes proclamas como «nunca más volverá a ocurrir» no son más que griterío. Sabemos que las mejores herramientas para crear comunidades responsables, para salvaguardar la dignidad de todo ser humano, por reconocernos como personas iguales y vivir en paz, para preservar la vida de todos son: el acceso a la educación y el respeto y el amor ante la diferencia del otro. Solo así conseguiremos objetivos universales como la igualdad de derechos, el derecho a un trabajo digno, a una vivienda, a la sanidad y a la vida.
Hoy no tengo más palabras, solo puedo ofrecer este pequeño recordatorio, este réquiem por todos aquellos niños en todo el mundo muertos por culpa de la violencia, de las guerras, de los abusos, de las epidemias, del hambre… o que malviven acorralados por el miedo, la desesperación y el abandono. Una palabra para que no caigan en el olvido.