Por: Joan Romans Siqués
Físico
Barcelona, mayo 2020
Foto: Joan Romans Siqués
Pese a todo, los geranios florecen, los pájaros pían, el sol sale cada mañana y la primavera se abre paso con firmeza y con indiferencia ante todo lo que estamos viviendo los humanos en todo el mundo a raíz de la Covid-19.
No obstante, este mismo rebrote de la primavera es toda una lección de vida, de esperanza y alegría. Ha dejado atrás al invierno con todas sus sombras y oscuridades y abre paso a una vida renovada, más alegre y más vitalizadora. Lo sabemos bien, la naturaleza es un paradigma de la vida, es maestra y nos enseña a vivir los diferentes ciclos vitales por los que tenemos que pasar todos los humanos: desde el gozoso nacimiento de una criatura hasta la muerte, toda persona vive innumerables momentos de alegrías, penas, gozos, esperanzas, amores, desengaños, olvidos… hasta que la muerte pone un punto final. Pero la naturaleza, que no se cansa de repetir su ciclo, año tras año viene puntualmente a renovar la vida del planeta.
Los entendidos dicen que una vez superada esta pandemia el mundo no será el mismo. ¡Ojalá! Por poco que pongamos atención vemos una inacabable lista de hechos que no ayudan en nada a los humanos a vivir con la dignidad y respeto que merecen. Unos ejemplos: una economía especulativa que solo busca favorecer a quien no lo necesita; un crecimiento ilimitado que conlleva agresión y agotamiento del planeta; ansias de poder y expansión desmesuradas por parte de algunos dirigentes políticos; falta de respeto a los derechos humanos y hacia las minorías; menosprecio de los ‘otros’ (¿quiénes son esos otros sino los que yo mismo defino como tales?), etc. Los analistas dicen que del descalabro económico del año 2008 no hemos aprendido mucho, esperemos que ahora sí.
Sin embargo, parece que somos conscientes de que no vamos por el buen camino. Esto lo demuestra la avalancha de mensajes positivos, alentadores y pacificadores que recibimos estos días por todos los medios tecnológicos en forma de vídeos, audios, cantos, escritos… Todos ellos con el fin de animarnos a vivir la vida de una manera más humana, con más plenitud, más enriquecedora y desterrando de una vez los viejos comportamientos que han llevado a la humanidad a un punto insostenible. ¿Por qué siempre debemos esperar grandes desgracias para repensar el modelo de sociedad que queremos construir para todos los humanos?
¿Sabremos aprovechar esta oportunidad? Una vez superada este pesadilla y empecemos a levantar la cabeza, ¿intentaremos rehacer los comportamientos que han llevado al mundo a unas formas de vida indignas (para una inmensa parte de la humanidad) o bien aprovecharemos esta oportunidad para repensar cómo vivimos la vida: la de los humanos, la de la naturaleza y la del planeta?
¿Qué aprendemos los humanos del ciclo regular de la naturaleza? Ella se renueva constantemente y de esta manera continúa viva, con sus momentos de expansión y reclusión, con sus primaveras y otoños, veranos e inviernos. Y es viva porque su propio dinamismo la lleva a renovarse constantemente. Lamentablemente los humanos no siempre lo hacemos así y quisiéramos una vida con un verano constante, vivir siempre en la abundancia y no tener que sufrir ni de luchar mucho para nada. La vida misma nos enseña que no es así.
El coronavirus deja atrás un rastro de muerte, de dolor, de desbarajuste social y económico. Pero la vida sigue y quiere abrirse paso en medio del desconsuelo, la tristeza y el dolor que habrá provocado a tantos millones de personas que lo habrán vivido personalmente o a través de sus seres queridos. Y hay que agarrarse fuerte a la vida porque es lo que tenemos, es lo que somos, para vivirla y ayudar a otros a vivir también.
Sí, pese a todo, los geranios florecen.