Por: Josep M. Forcada Casanovas
Àmbit Maria Corral
Barcelona, junio 2020
Foto: Rocío Muñoz Montes
Nos gusta la seguridad y, de hecho, tenemos derecho a vivirla. La incertidumbre, metafóricamente, es como una nube negra que se está preparando para una tormenta que desmonta y desestabiliza cualquier evento. En este caso, la Covid-19 ha sido una sacudida fuerte que ha hecho tambalear cualquier realidad en el mundo entero.
La incertidumbre es la falta de seguridad que pide contar con el riesgo de lo imprevisto y con unos resultados que no corresponden a lo que se había pensado. Puede suceder algún hecho, como la pandemia, que ha llevado a un estado de alarma y ha pedido revisar muchas actitudes humanas. Normalmente, la mayor parte de los cambios que se inician son a partir de unas hipótesis que se han de cuestionar, contrastar, comprobar, realizar y hacer evolucionar.
El virus ha sido una evidencia que ha pedido actuar urgentemente a causa de diferentes tipos de crisis para dar respuestas en todos los campos y niveles: científico, económico, sanitario, tecnológico, laboral, familiar, social, psicológico, educativo, político, religioso, ecológico… Aquí interviene el proceso racional y emocional que van tan unidos porque sin el uno y el otro no se llegaría a ser plenamente humano. Ambos piden la fortaleza para no detenerse en el proceso creativo que necesita desplegar la persona responsable.
Vivir la certeza con la conciencia de que pueden surgir incertidumbres da sentido a la existencia. No es un defecto que minimiza el sentido de la vida, todo lo contrario, ayuda a profundizar en la realidad. La vida pide exprimir los recursos propios del ser, desde una serena confianza en uno mismo, y a pesar de sentirse vulnerable y frágil, hace una apuesta por continuar y sobrevivir en medio de tantas inseguridades.
La incertidumbre plantea muchos tipos de preguntas y anima por dejar atrás el inmovilismo y la indiferencia. Esto, lo hemos podido comprobar con las magníficas respuestas solidarias y de agradecimiento durante el período de confinamiento. El intento de avanzar es uno de los tesoros más grandes del crecimiento personal y social para salir de la comodidad y así no empobrecer la vida.
Hay que estar preparado ante de una sensación extraña de sentirse indigente y de estar a la intemperie, para poder superar los sustos que rompe cualquier seguridad. Toda esta situación vivida, que ha generado miedo y angustia, y con todo lo que vendrá, requiere fortaleza humana, resistencia, paciencia, madurez, empatía, coraje, responsabilidad, corresponsabilidad… Solo desde actitudes humildes se podrá generar esperanza para comprender y encajar cualquier tipo de incertidumbre que pueda surgir.