Por: Sofía Gallego
Psicologa y pedagoga
Barcelona, octubre 2020
Foto: Pixabay
La situación sanitaria, social, económica y un poco peculiar que nos ha tocado vivir los últimos meses ha traído algunos cambios más o menos profundos en la vida de todos nosotros. Algunos afectan a la totalidad de la población, tales como seguir las normas higiénicas y de convivencia que dictan las autoridades, otros afectan colectivos más o menos determinados. Entre estos últimos se podría citar el cómo trabajar. En un momento en que los contactos sociales se deben reducir lo máximo posible, se considera que el teletrabajo podría ser una manera viable de poder realizar algunos trabajos para poder garantizar la continuidad de la vida social y económica.
Se podría definir teletrabajo como una nueva organización de la actividad laboral en la que se trabaja en un lugar diferente de la oficina principal y haciendo uso de las nuevas tecnologías. No voy a entrar ni en aspectos legales, ni de organización empresarial, solo quiero centrarme en la afectación de los aspectos personales a tener muy presentes. Nos encontramos ante una situación, que si bien ya hacía tiempo que algunas empresas e instituciones practicaban esta modalidad de organización, ahora las circunstancias generadas por la pandemia la han puesto de actualidad. Tener que limitar el espacio y tener que garantizar una distancia social han sido posiblemente algunas de las causas más determinantes para optar por esta modalidad, junto con la posibilidad de reducir el número y frecuencia de desplazamientos.
Habituarse a teletrabajar no es fácil. En un primer momento parece que todo pueden ser ventajas, pero pronto se presentan los inconvenientes. Las viviendas actuales suelen tener unas dimensiones no muy grandes y resulta difícil habilitar un espacio para trabajar. Puede que tengan que hacer algunos cambios en el hogar para poder tener un lugar específico idóneo para trabajar. A veces, para conseguirlo, habrá que cambiar diariamente algún mueble, pero el trasiego de hacerlo conlleva más ventajas que inconvenientes. El hecho de trabajar desde casa también tiene consecuencias para los otros miembros de la familia, que deberán acostumbrarse a respetar los horarios de trabajo del miembro de la unidad familiar que teletrabaja. Si hay más de uno que teletrabaja, las dificultades para encontrar un lugar idóneo para cada uno pueden ser importantes, debido a las posibles dimensiones reducidas de las viviendas.
Hay problemas que se ciernen sobre las personas que teletrabajan y uno importante es una tendencia al sedentarismo y al caer en una rutina de poca atención al aspecto personal, pensando que como no nos ven los compañeros de trabajo y no tenemos que salir a la calle, no hay que tener mucho cuidado de nosotros mismos. También hay que evitar las frecuentes idas y venidas al frigorífico. En definitiva hay que tener un comportamiento igual en casa del que se tendría en el lugar de trabajo o en la oficina y saber compensar de algún modo la falta de actividad física yendo al gimnasio o imponiéndose la obligación ineludible de dedicar cada día un rato a realizar algún tipo de ejercicio físico de manera autónoma.
Resulta evidente que el teletrabajo también tiene ventajas personales –ya he dicho que solo me fijaría en los aspectos personales– y entre estos podríamos citar la sensación de autonomía que puede tener la persona, ya que tiene la posibilidad de organizar su tiempo según las sus necesidades y también respetando los condicionantes que pueda poner la organización para la que trabaja. Esta autonomía lleva aparejada la posibilidad de conciliar mejor la vida familiar y la profesional, pero con la condición de que la conciliación no signifique injerencia de la vida familiar en la profesional ni a la inversa.
Otro aspecto del que hay que tener cuidado son las relaciones sociales. Trabajar rodeado de personas asegura la interacción social y el intercambio de ideas y de opiniones siempre enriquecedor y necesario para la evolución personal. Por lo tanto, se deberían buscar y/o crear situaciones nuevas en las que se pudieran asegurar la continuidad o el establecimiento de relaciones sociales gratificantes.
Parece que esta modalidad de trabajo ha llegado para quedarse entre otras cosas por las innegables ventajas sociales que supone, como la limitación de los desplazamientos con la consiguiente reducción de la movilidad y por tanto la disminución de la polución y por el ahorro de espacios por parte de las empresas. Pero, en el ámbito personal hay que ponerse una serie de normas para asegurar que la persona pueda continuar trabajando de manera gratificante y eficaz.