Por: Javier Bustamante
Poeta
Barcelona, noviembre 2020
Foto: Javier Bustamante
Cuando se dice que los seres humanos somos contingentes, es porque somos, existimos, pero podíamos haber no existido. Es una cuestión de poder ser o de poder no ser. Posibilidad. Lo posible existe, lo imposible no existe. En este sentido, lo contingente depende de determinadas circunstancias para existir que se convierten en necesarias, aunque a su vez sean contingentes en relación a sí mismas. También podían no haber sido y son. Han dependido de otras circunstancias para ser.
Vemos así una sucesión de necesidades y contingencias para que la vida vaya eclosionando. Me viene a la mente el nombre de una canción del cubano Silvio Rodríguez Causas y azares. Un fragmento dice: «Y las causas lo fueron cercando, cotidianas, invisibles. Y el azar se le iba enredando, poderoso, invencible…». Los elementos que son necesarios para la vida están ahí, cotidianos, casi imperceptibles. En cambio, la contingencia viene determinada por la manera en que esos elementos se van conjugando, digamos azarosamente, en el sentido en que se dan de una manera, pero podrían darse de otra, ocasionando resultados diferentes.
Existo, estoy aquí escribiendo, pero si mi padre y mi madre no se conocen, mi posibilidad de existir desaparece. Vamos, ni si quiera es formulable. Soy fruto de muchas contingencias.
La contingencia, pues, va de la mano de la dependencia. Lo contingente depende de lo necesario para poder existir. Su etimología nos lo explica mejor. Proviene del verbo latino contingere, cuyo prefijo es con- (conjuntamente, en asociación) y el verbo tangere (tocar, alcanzar). Es decir, lo contingente es algo que se alcanza, que sucede en asociación o en conjunción con otra cosa. No nace por generación espontánea o porque se da a sí mismo la existencia. Necesita de circunstancias muy concretas que lo posibiliten.
Este 2020 estamos viviendo un parteaguas en la historia contemporánea del planeta. La irrupción, a finales del año pasado, de la pandemia del Covid-19 ha marcado un antes y un después en la relación del ser humano con la realidad. Pero, para que esta pandemia esté siendo posible con las características que tiene, han hecho falta factores que la han posibilitado. No ha salido de la nada y si está teniendo el alcance que tiene es porque hay todos los elementos necesarios que le dan cabida: naturales, sociales, políticos, económicos e, incluso, emocionales. Es un acontecimiento multicausal y, por lo mismo, contingente. Podría no haber sido, como tantas cosas, pero sin embargo es. Lo tenemos aquí y solo queda hacerle frente.
Toca echar mano de la memoria y de la creatividad, de la sabiduría y del sentido común, del respeto y de la audacia, de la intuición y de la solidaridad.
Esta contingencia se traslada a la agenda personal y comunitaria y es, quizás, una de las cosas que más nos cuestan: no poder hacer planes. Depender en todo momento de lo que vaya sucediendo para actuar en consecuencia. Sentirnos coartados en nuestra libertad de decisión.
Y esta contingencia también tiene mucho que ver con la noción de límite. El Covid-19, en su aspecto sanitario, como tantas otras enfermedades, atenta contra la salud y contra la vida. Recuerdo un artículo de Alfredo Rubio de Castarlenas que decía que la muerte no es «la muerte», sino «mi muerte». El límite del final de la vida o de la salud/enfermedad, no es una línea externa, sino una condición intrínseca de la persona. En este sentido, el Covid-19 se desliza en este terreno haciéndonos presente nuestra condición finita. Así como hemos podido llegar a existir, nuestra condición material nos dice que dejaremos de existir.
Esta pandemia tiene tantos efectos como seres humanos que la están viviendo. Yo solo he querido reflexionar sobre un aspecto porque es un acontecimiento inagotable. De todas formas, quisiera quedarme con la sensación de que soy contingente. Existo y doy gracias a las causas de las cuales ha dependido mi posibilidad de ser y estar. Podría no haber existido, sin embargo aquí estoy. La pandemia también existe, pero así como algún día yo dejaré de existir, la pandemia también dejará de existir tal como la estamos experimentando ahora. Y muy probablemente dejará por mucho tiempo rastro de su paso, pero es que de mí también quedará memoria un tiempo más después de mi muerte.