Gemma Téllez Bernad
Enfermera
Foto: Pixabay
Setiembre 2022
Somos «tiempo dependientes», en el sentido de que somos finitos. En las emergencias, siempre que la vida está en juego, nos referimos a los servicios como «tiempo dependientes».
Uno de los grandes cambios sociales que estamos viviendo hace referencia a la percepción del tiempo y lo que esto comporta. Antes, parecía que había tiempo para todo, que la jornada daba para mucho. Había incluso tiempo para el aburrimiento y, por supuesto, para compartirlo con los demás, para hacer lo que nos gustaba, motivaba, que nos permitía crecer, mejorar, madurar…
Siguiendo con la percepción del tiempo, hoy en día parece que no hay tiempo para nada, incluso en aquellas conversaciones circunstanciales de ascensor además de hablar del tiempo en el sentido hoy va a llover, se ha empezado a introducir otra acepción del tiempo del tipo: Fíjate ya casi estamos en Navidad y de aquí nada Semana Santa y no nos daremos cuenta y volveremos a estar en verano y volvemos a empezar… Es así como vamos teniendo sensación de que somos como aquellos hámsters que en sus jaulas van dando vueltas a su rueda, eso sí, a una velocidad importante.
Hemos estado inmersos y todavía estamos en un paradigma donde ser rápido, así como hacer muchas cosas a la vez, es loable, es signo de capacidad, talento, profesionalidad, eficiencia, etc.
Curiosamente y poco a poco, sin darnos cuenta, nos hemos ido alejando de un tempo más humano, que a la vez nos permitía ser más humanos, ya que ganábamos calidad humana, además de asegurar cierta calidad de vida. ¿Por qué ha ocurrido esto? La respuesta como en tantas cosas es multifactorial y en parte la encontramos en la tecnología. Esta, al sustituir la artesanal, ha modificado los ritmos: lo queremos todo y rápido. No se trata de negar la tecnología sino de repensarla, pues parece que esta, en lugar de estar a nuestro servicio, a veces sea al revés y que por tanto nosotros estamos a su servicio.
Insisto en el punto de que no se trata de renunciar a la tecnología, ahora bien, no hay que dejarse deslumbrar por ella al igual que tampoco debemos dejarnos arrastrar por el goteo de novedades y estímulos que nos bombardean constantemente y que hacen que perdamos el foco de lo esencial…
El antídoto podría ser una síntesis entre innovar, hacer un back to the basics –un retorno a lo esencial– recuperando/rescatando fórmulas que hemos descuidado por el camino y que ahora pueden ser esenciales y un tercer ingrediente de este antídoto sería profundizar en el reto de cariz ético que consiste en interrelacionar qué sentimos, qué pensamos y qué hacemos. Llegados aquí, de nuevo, se puede pensar que tener tiempo para hacer esto es primordial, y así es: las cosas que valen la pena en la vida quieren esto, tiempo.
Si no nos damos este tiempo, entraremos en una inercia y un sinsentido que como la metáfora de la bola de nieve cada vez será mayor y difícil de detener.
Es necesario pues tiempo para pasar de vivir sin sentido a vivir una vida plena y por tanto una vida con sentido, en mayúsculas. Tiempo también para hacer, si es necesario, giros de 180 grados y pasar de la nada, del vacío, del sin sentido mencionado a acercarnos a ser lo que estamos llamados a ser, ya sea como personas, organizaciones, como sociedad…
Invertir tiempo en respirar, centrarnos, contemplar, captar, nos permitirá estar más presentes y así es como manteniendo el propio eje de ‘centramiento’ se puede: priorizar, ordenar y no caer en el hacer por hacer y alcanzar aquella eficiencia ansiada. Precisamente esto es lo que hacemos en una situación de emergencia, cuando todo parece desbordarse y fragmentarse por la complejidad imperante, es esencial tener una visión global, ordenar el caos priorizando y sin dejar nada importante por hacer. Donde parece que no hay tiempo, si uno está verdaderamente presente y bien anclado en su centro, entonces el tiempo toma otra velocidad, es como si se ralentizara, como si se detuviera… como si se entrase en medio del huracán donde la calma impera. Hace falta tiempo para dejar de flotar en la superficialidad que se nos lleva y dispersa e ir a esa profundidad necesaria para la transformación.
Para mejorar nuestra relación con el tiempo será clave ganar en presencia, estar en el ahora, en el instante, tratar de estar plenamente por aquello que requiere nuestra atención ya sea una persona, una acción concreta… Es así que el tiempo parece dilatarse y dar plenamente de sí.
Y ahora volviendo al principio de estas líneas, a la acepción de tiempo referida a clima… Hay una canción Wheather with you –que podríamos traducir como Traer el clima contigo– de Crowded House, que me hace pensar en las condiciones climáticas en el ámbito por ejemplo organizativo, en la calidad de los vínculos que tejemos. Ser personas generadoras de buen clima es algo que está en nuestras manos, siempre y cuando nos demos y también como sociedad se comprenda que, ofrecer tiempo para detenernos a reflexionar cuestiones fundamentales y éticas como: qué aporto, cómo lo aporto, qué quiero aportar, qué necesito, qué necesita el otro de mí, etc. es indispensable para mantener una vitalidad óptima.