Ramon Santacana
Profesor universitario, artista visual y educador
Foto: Assumpta Sendra
Fecha de publicación: 28 de febrero de 2023
Cuando me propuse escribir este artículo, lo primero que pensé fue en ir dando forma a un escrito que glosara la muerte del bolígrafo, que ha sido esa herramienta tan indispensable en la educación e incluso en la vida cotidiana. Los escritorios de las oficinas estaban siempre adornados de cubiletes rebosantes de lápices y bolígrafos, los estudiantes cargados de sus repletas bolsas portalápices… El bolígrafo era esa pequeña herramienta imprescindible en cualquier portafolio o, incluso, en el bolsillo de la chaqueta o de la camisa. Sin embargo, hoy en día no es tan fácil encontrar a un alumno que te pueda dejar un bolígrafo. Si olvidaste el tuyo, algo que antes era impensable, puedes verte en apuros si tienes que firmar algo o escribir una nota en papel. El bolígrafo parece ya sentenciado al baúl de los recuerdos como lo fue en su día la máquina de escribir.
Llegó el ordenador y los trabajos se redactaban y corregían por ordenador. Llegó Internet y ya no hay que redactar más, se consulta a Google y tras una búsqueda más o menos sencilla se seleccionan unos cuantos artículos. Se leen las partes que parecen más relevantes y manos a la obra: ‘cortar y pegar’. Dependiendo de la prisa que tengas te puedes entretener en los ‘acabados’: hacer una conclusión personalizada o revisar el orden lógico o el enlace de los diferentes ‘cortes’ y ya lo tendremos listo. No hay que imprimir nada, se hace clic al botón de ‘enviar’ y ya podemos volver a nuestra cuenta de Instagram a husmear qué fotos cuelgan nuestros colegas.
Realmente Google y otros navegadores nos ha facilitado enormemente la vida a toda una generación. Pero, quizás ya llegó la hora de empezar a decir adiós a Google. Resulta que ahora ya no hay que buscar artículos, ni leer textos, ni recortarlos, ni pegarlos. Todo es más simple, abres una cuenta de ChatGPT gratuita y le pides directamente el trabajo que tienes que escribir. Introduces el tema, palabras clave, la extensión, alguna otra indicación que pueda ser necesaria, todo ello te puede tomar un minuto a lo sumo y en segundos te presenta el trabajo escrito.
Se trata de un texto bien redactado, con las ideas principales, bien ordenadas y con una valoración adecuada. Indistinguible respecto a lo que hubiera podido redactar el mejor alumno de la clase. Calidad a nivel universitario. Puedes pedir el nivel por edades, etc. Con una ventaja adicional sobre el ‘cortar y pegar’: que los programas antiplagio no sirven porque cada texto que genera ese chatbot es original.
A día de hoy, a las pocas semanas de salir esta nueva aplicación, ya se han detectado algunos trabajos universitarios generados por chatbot que sin ser advertidos obtuvieron excelentes calificaciones. Podemos imaginar el impacto que ello va a suponer en escuelas y universidades. «Esto nos lo cambia todo, y nos lo cambia ya, no el próximo curso, ¿cómo planteamos ahora estos trabajos?», se pregunta Isabel López, profesora del Instituto Salesianos de Terrassa1. Las paredes de escuelas y universidades están temblando, las que tienen paredes, claro, en las de educación a distancia tiemblan los teclados.
«Allí no se habla de otra cosa», me comentaba un emprendedor de 34 años que reside en París y que ha creado ya varias start-ups de éxito. La irrupción social no se va a limitar a la enseñanza, sino que afectará a la creación intelectual o artística, a los derechos de autor y al mundo laboral. Se va a producir un desplazamiento de muchas tareas humanas a la inteligencia artificial, que es la tecnología base de ese chatbot de generación transformativa. Sin duda van a ‘generarse’ avances científicos impensados, pero también se ‘generarán’ grandes cuestiones sociales, en especial la disminución de rentas del trabajo debidas al desempleo y la necesaria restructuración de la asignación de la riqueza. ¿Vamos a confiar a la IA la solución de estas cuestiones socioeconómicas? Por el momento ChatGPT ya se ha pronunciado: para salvar el planeta de un desastre ecológico la solución más rápida es eliminar a la raza humana2. Esos resultados ya nos dan una idea de que debemos estar alerta, ahora más que nunca, frente a los excesos de una tecnología sin control.
Pero, mientras tanto ¿qué hacemos con los bolígrafos, los enterramos? Ocho de las mejores universidades australianas ya se han pronunciado: hay que volver a las clases presenciales, al contacto personal entre profesor y alumno y, a los exámenes en papel y bolígrafo.
Recuerdo que, en el año 2019, el sistema de enseñanza francés, después de constatar el retroceso educativo en todos los niveles, implantó la vuelta al dictado, la lectura en voz alta y cálculo mental3. Intuyo que estamos ante una revolución de magnitud semejante a las revoluciones industriales del pasado, en que cada vez fue menos necesario el trabajo físico y hubo que ir buscando otras maneras de lograr el desarrollo del cuerpo humano (y su indisociable espíritu) mediante piscinas, gimnasios, promoción de deportes, ciclismo, senderismo, etc.
Si a partir de ahora va siendo menos necesario el desarrollo intelectual entendido como ‘trabajo’, cada vez será más importante el bolígrafo, o por lo menos el concepto que este representa: el esfuerzo manual y mental, la producción intelectual única y genuina y, por extensión, la producción estética y el desarrollo del ethos y de la moral. Eso o, simplemente, como indolentes romanos del bajo imperio, nos conformemos con pan y circo y dejemos que la Inteligencia artificial o los que la manejen nos gobiernen y subyuguen.