Leticia Soberón Mainero
Psicóloga y doctora en comunicación
Foto: Pixabay
Fecha de publicación: 8 de junio de 2023
Si bien vivir la adolescencia nunca ha sido fácil, en este momento puede llegar a ser un auténtico desafío.
Ser adolescente implica terminar de definir la propia personalidad dejando atrás la niñez, muchas veces en contraste o en contra de los valores recibidos en el ámbito familiar para poder diferenciarse. A veces es una titánica lucha para vencer los complejos, la vivencia de no estar a la altura de lo que los demás esperan (o se cree uno que esperan), las contrariedades de los cambios corporales que casi nunca gustan al sujeto, sea cual sea su condición. Es el momento de elegir modelos de referencia para asimilar lo que nos atrae de ellos, pero guiándose sobre todo por lo que dicen los amigos y amigas de la misma edad e igualmente desorientados sobre quién quieren ser y cómo llegar allí.
Si eso sucede en cualquier entorno cultural de modo similar, en la era digital esta tarea se complica, y mucho. Porque supone buscarse y encontrarse en una jungla de modelos éticos y estéticos divergentes y hasta contradictorios que bombardean a las personas desde todos los medios de comunicación y en particular desde las redes sociales.
Porque todo parece empujarnos a competir por tener éxito, gustar, tener muchos amigos y ser vistos y admirados. Y la intensa carga hormonal que revoluciona el cuerpo, no hace más que intensificar esos deseos.
En el momento en que se escriben estas líneas, TikTok es la red social en la que más horas pasan las personas (casi 24 por mes) y hasta ahora la más descargada de Internet. Se trata de una red de vídeos donde millones de adolescentes y gente de toda edad cuelgan sus bailes y canciones, comparten reflexiones, se vende de todo en mensajes de menos de un minuto, y hasta las religiones encuentran espacio para crear nuevas formas de comunidad.
Pero por ahora, ésta y Twitch son las redes adolescentes. Y uno de los atractivos de TikTok son sus filtros y efectos: permiten añadir a nuestras fotos iconos, máscaras, gafas, maquillaje… y deformar las caras de modo humorístico, estético, terrorífico…
Pues bien. Uno de esos filtros ‘embellece’ a las personas maquillándolas y perfilando sus cejas, en cierto modo ‘uniformando’ su rostro al estilo más estándar de la moda actual.
He visto ya varios vídeos de jovencitas fascinadas con su propio rostro pasado por el filtro, y desencantadas cuando lo retiran y muestran su auténtico rostro… Para ellas frustrante, y no se dan cuenta de que están mucho mejor, más naturales, tal cual son, que con esos artificios digitales.
¿Nadie les ha dicho aún que su piel es mucho más hermosa al natural? ¿Y sobre todo, que la pretendida belleza estándar a la que desean adaptarse, es ajena a su particular manera de ser hermosas? ¿Nadie les ha hecho saber que son personas irrepetibles, dignas de amor simplemente porque existen?
Posiblemente muchos adolescentes olvidan que a lo largo de su vida han recibido de sus padres ese mensaje, fruto de un afecto profundo, verdadero y valiente, ése que se atreve a amar a la persona tal como es. Tal como va siendo. Su deseo de gustarse y gustar a sus coetáneos es tan grande, que las frases de cariño de sus padres no les convencen ni consuelan.
Por eso recurren a los filtros -cuando no solicitan la cirugía-, pues toda su seguridad se cifra en esa mirada admirativa de sus amigos o conocidos, o en los ‘likes’ a sus vídeos colgados en TikTok o Instagram.
Cuánto desearía poder llevar este mensaje liberador a esos corazones, tantas veces angustiados por el deseo de ser ‘de otra manera’, escondiéndose y trucándose entre maquillajes verdaderos o digitales, con un único objetivo: ser aceptados y queridos.
Quienes rodeamos a los adolescentes, seamos pacientes y sobre todo mantengamos el mensaje -vital y de palabra-, del aprecio verdadero de la persona concreta tal como es. Tal como va siendo. Y no nos cansemos de dar cariño y aceptación auténtica de esa persona en desarrollo. Ese mensaje, tarde o temprano, dará su fruto.
Artículo publicado en la Revista RE en castellano, marzo de 2023