Josep M. Forcada Casanovas
Presidente del Ámbito Maria Corral
Foto: cocoparisienne de Pixabay
Fecha publicación: 18 de septiembre de 2023
La palabra ‘maldad’ definida, brevemente, es la encarnación del mal en la persona. Cuando se habla del mal según la filosofía, la antropología, las religiones… se encarna en una serpiente, en un dragón…, pero cuando se habla desde la religión se entiende como una contraposición al bien. Yo diría que el mal es como una especie de contrapunto que va paralelamente al bien, o está muy cerca, y que toma la forma de una figura humana que algunos afirman que toma la apariencia de una figura demoniaca. Para algunas religiones, caer en la tentación representa perder el paraíso o volcarse en la espiral del mal que lleva a rechazar el bien y esclavizarse en la maldad.
Las religiones han hecho un valioso servicio ético del control del mal que ha supuesto, especialmente en lo que se refiere al mal moral, un recurso para el perdón, de arrepentirse y de hacer penitencia. La tradición occidental se ha movido en unos parámetros que a veces ha considerado el mal como un ‘castigo bueno’ –que nunca puede serlo– y ha abierto actitudes verdaderamente maléficas como buenas, como la mal llamada ‘guerra justa’ basada en una venganza. También el mal considerado como purificación del cuerpo: las flagelaciones, rituales más o menos agresivos, o el mal absurdo que no tiene otro apoyo que el propio mal por el mal. Sin embargo, no se puede negar que en el mal siempre hay misterio.
También el mal está considerado como una emoción. Está de moda hablar de las emociones, pero debe hacerse con sentido, ya que cada día se sabe mucho más sobre el cerebro humano y sobre las emociones. Hoy se sabe que las emociones también son razonables al igual que los sentimientos. Sin duda el mal y el bien, el amor, la confianza, la paz… son sentimientos y emociones que actúan en el llamado ‘cerebro moral’. Se encuentra en una zona del hemisferio frontal derecho en la parte orbito-frontal, donde las neuronas recogen los estímulos emocionales, pasándolos al hipocampo, a la amígdala cerebral y de ahí pasa a una zona llamada surco endorrinal a donde llegan las señales y de ahí sale la respuesta que se distribuye a las diferentes áreas cerebrales que actúan a su modo. Esta es la respuesta de los cinco sentidos, pero actualmente ya se habla de otros sentidos.
Me he entretenido en describir esquemáticamente un poco de anatomía, ya que no he hablado de la fisiología que mueve las neuronas y las conexiones químicas que transmiten las sensaciones. Esto debería tratarse diferente, desde una mirada científica.
Las emociones y sentimientos se aprenden y las respuestas también. ¿Quién duda de que el bien se aprende? ¿Y que es necesario ejercitarlo? El mal también se aprende a partir del odio, de la venganza, de los celos, etc., y muchos lo ejercitan. Este es un punto clave para entender el sufrimiento. Se trata de un trastorno antisocial que no cuenta con ningún tipo de empatía y se alimenta del egoísmo, de dominar al otro y no tener remordimientos. Se trata de una psicopatía que puede ser delirante llegando a hacer, incluso, asesinos con una extraña forma de altruismo que se consigue haciendo del mal una ‘fuente de bien’ en la que se recrean.
Existe el ‘pecador’ que no tiene sensación del mal causado a los demás ni de generar maldad. Incluso algunos viven de este tipo de desprecio social. La psicopatía lleva a considerarse superior a los demás, lo que piensa y hace cree que es magnífico, y es capaz de anular la personalidad de los demás para imponer su pensamiento y no respetar los sentimientos. Este nivel de enfermedad, desde la psiquiatría, es muy difícil de curar. Cualquier enfermedad psicopática hace que solo importe el propio yo y poseer a los demás para dominarlos.
Desde el punto de vista religioso se educa para vencer el mal, para que no se robe la libertad de los demás, para que no se apoderen del bien, para que no se crea las propuestas de ‘si adoras a los que hacen ciertas ofertas’, que en el fondo solo quieren robar la libertad y la dignidad, tan bien descritas en el relato de las «Tentaciones a Jesús» en el Evangelio.
Maquiavelo en el libro El Príncipe presenta la educación del príncipe a partir de la apariencia de bien de tal modo que pueda dominar la confianza del otro. En el caso de la educación por el mal, muchos medios de comunicación presentan el ‘malo’ como la persona que molesta a la sociedad, por ejemplo los cowboys siempre ganaban a los indios nativos, que los ‘hacían malos’ en la Guerra de Secesión Americana. O aún más sencillo, la educación de los niños en el uso de juegos violentos en los que se educa a ‘vencer al enemigo’ y cuántos consiguen eliminar. En otros tiempos, estaban los Tebeos de guerreros en blanco y negro, los enemigos eran malcarados y los vencedores eran los valientes.
No tengamos miedo a los ‘demonios’, que no son tal como los que pinta El Bosco o describe Dante en la Divina Comedia o en la figura satírica de Els Pastorets, o los que llevan los correfocs…, hay que ir con cuidado con las personas seductoras que quieren robar la libertad de espíritu. Cuántas personas consideramos tóxicas que tienen la función de desestabilizar la paz y el bienestar individual y social.
Valoramos la sensatez de enseñar a amar a la humanidad. Es necesario compartir el bien que hay en cada persona, ya que en el fondo nos parecemos tanto y tenemos muchos aspectos que nos igualan: los sentimientos, la dignidad, la alegría de existir, la belleza, la capacidad de amar, la paz, la sonrisa y tantas actitudes, con sentido, que permiten compartir los valores humanos.