Sara Canca Repiso
Psicóloga
Publicado el 11 de diciembre de 2023
Foto: 3493568 de Pixabay
Cerdeña, Okinawa o Icaria, además de ser islas, poseen algo más en común: se trata de lugares donde hay mayor esperanza de vida, existiendo un alto porcentaje de personas centenarias. ¿Qué factores propiciarán esta longevidad? Si bien es difícil encontrar un patrón definido, se podría tratar de desarrollar buenos hábitos como una alimentación saludable, ejercicio físico o una alta calidad de vida.
Okinawa, al sur de Japón, se encuentra dentro de las llamadas ‘zonas azules’ por el periodista de National Geografic Jan Buettner, como aquellas partes del mundo donde se vive más y mejor, superando los 100 años. La vida de sus habitantes tiene un propósito y, además, no se sienten solos. Sienten la conexión con el resto de los contemporáneos. Además, sienten que pertenecen a una red social comprometida, como pueden ser los moais en Japón, y se aseguran que, en tiempos difíciles, habrá alguien en quien apoyarse y disfrutar de esa ayuda mutua.
Encontrar tu ikigai, tu razón de ser y la razón por la que levantarte cada mañana, es clave para sentirte útil y dejar atrás una vida llena de sedentarismo o depresión. En definitiva, se trata de, parafraseando a Confucio, elegir un trabajo que te guste y así, no tener que trabajar ni un día de tu vida. Aunque, con matices, nos habla de los beneficios de la realización personal en aquello que haces y eres.
El ikigai se basa en 4 bloques que aúnan tu pasión, tu vocación, tu profesión y tu misión en la vida. Cuando conectas lo que amas de verdad y lo que realmente se te da bien, encuentras tu pasión; cuando unes lo que realmente se te da bien con aquello por lo que te pagarían, se desarrolla la profesión; si relacionas aquello por lo que podrían pagarte con lo que, bajo tu punto de vista, necesita el mundo, llega tu vocación; y si enlazas lo que el mundo necesita con lo que amas de verdad, despliegas tu misión. Lo que te mueve, lo que te apasiona, lo que crea el equilibrio entre el tiempo dedicado y el bienestar: esto es tu ikigai, que va más allá de la felicidad.
Para saber encajar las piezas de nuestro ikigai, para encontrar nuestra razón de ser y vivir en función de lo que consideremos nuestro objetivo vital, necesitaremos tener claro y descubrir estos cuatro pilares. Hacer un ejercicio de introspección, buscar el punto en el que confluyen todos los bloques, es el camino para encontrar tu propósito de vida, con plena conciencia y satisfacción.
Lo que amas de verdad, las cosas que de verdad te encanta hacer: leer, viajar, escuchar música, disfrutar de la naturaleza. El segundo pilar engloba aquello que se te da realmente bien, como puede ser mediar en un conflicto u organizar actividades. El tercero comprende lo que sabes hacer y crees que podrían pagarte por ello: por los idiomas que manejas, o tus conocimientos de electrónica. Y el cuarto pilar abarca lo que puedes aportar al mundo para que sea mejor: cuido de la naturaleza o de los animales, acompañamiento de personas mayores o compromiso por la igualdad.
Es común que alguno de estos cuatro pilares no se alcance y, consecuentemente, entre en peligro la estabilidad y completitud. Si te faltara amor por lo que haces, trabajarías en algo que se te da bien, tendrías dinero y sentirías que ayudas al mundo, pero no soportarías el aburrimiento que obtienes. O si realizas algo que, definitivamente, no se te diera bien, te sentirías impostor.
En nuestra cultura occidental, es común que lleguen las crisis de identidad en momentos cruciales de nuestra vida, como la jubilación o cualquier otro cambio de etapa. Esta crisis se acrecienta cuando nos basamos en lo que hacemos y no en lo que somos. Nos definimos por el trabajo, por el rol de madre, de padre, de pareja. En definitiva, por algo que hacemos. ¿Y si esa situación deja de estar en nuestras vidas? Entramos en crisis, ya no sabemos quiénes somos. Si me jubilo, habiendo trabajado gran parte de mi vida en la empresa, entro en crisis: ya no sé quién soy. O si soy una madre o padre y mis hijos se van a estudiar o trabajar fuera, no sé quién soy. Si soy un estudiante que finalmente se gradúa y que comienza mi etapa laboral, no sé qué hacer ni quién soy en esta nueva faceta. Si mi pareja, que me conoce y sabe agradarme, ya no está: no sé quién soy.
Hemos de ser conscientes de quiénes somos más allá de lo que hacemos.
Porque, de lo contrario, empezará a destruirse la calidad de nuestras vidas, afectando a las relaciones, al pensar que la gente nos percibe de la misma manera que nosotros nos estamos viendo: por lo que hacemos.
Yo soy psicóloga, soy informática. Pero eso no define quien soy yo. Mi valor intrínseco es completamente distinto a lo que yo hago.
¿De qué estás hecho? ¿Cuál es tu valor intrínseco? Valores fundamentales que te mueven a hacer aquello que haces, porque lo que hacemos no es lo que somos.
Y así, al descubrir nuestro Ikigai, nuestra razón de vivir o de ser, una razón por la que levantarse cada mañana, nos permitirá ser plenamente.