Reseña 252 Cena Hora Europea
Fotografía: Margarita Amigó
Fecha de publicación: 9 de diciembre de 2024
El jueves 21 de noviembre, el Ámbito María Corral celebró la 252 Cena Hora Europea, con el tema La fuerza de las palabras con sentido. La directora del Ámbito, Assumpta Sendra, dio la bienvenida diciendo que la palabra es un medio para ofrecer pensamiento, reflexión y diálogo. Acto seguido, Javier Bustamante, como moderador, dijo que la convocatoria podría traducirse como la fuerza que adquiere la palabra cuando se convierte en poética.
A continuación, dio la palabra a Josep M. Forcada, presidente del Ámbito María Corral, que hizo referencia a los filósofos griegos, Sócrates y Aristóteles, que utilizaban la mayéutica como un método de preguntarse sobre el existir. La actitud de escuchar al otro con el objetivo de entenderse, para llegar al bien. Santo Tomás estudió y se entusiasmó con Aristóteles porque este era un hombre de bien. Quien no es capaz de hacer el bien no es apto para convertirse en ciudadano. Planteó cómo construir el bien con nuestro pensar y hablar.
Todas las palabras tienen fuerza con el sujeto, el verbo y las formas complementarias, porque cada palabra tiene su misterio, su mensaje y todo un trasfondo. Cuando se transmiten las palabras deprisa, no tenemos tiempo de pensar en ello. Tan importante es saber lo que lees, como lo que escribes y lo que dices. Como experiencia personal explicó que había hecho los cursos de Dale Carnegie, y cuando ya era monitor el consejo que le dijeron era que antes de abrir la boca debía saber qué y cómo decirlo, pero sobre todo que si podía decirlo en tres minutos que no lo dijera en media hora.
Añadió que sin memoria no podemos hablar. Entender la palabra significa entender el contenido. Hay una cuestión básica para entender lo que significa la palabra y es saber que debemos utilizar el cerebro. La palabra la construimos en el cerebro y se enriquece con los sentidos, la vista, el olfato, el tacto y el oído. El silencio como constructor de palabra es fundamental. Para hablar se necesitan expresiones. Existe una capacidad interior para expresar lo que sentimos a través de la palabra. Nuestro cerebro cada vez tiene mayor capacidad de crecer, con las conexiones de las neuronas, con la intervención de las hormonas y de elementos externos, para poner en marcha toda una serie de conexiones que nos dan la capacidad de entender, incluso, las emociones.
La palabra es el elemento más ‘mágico’ para explicar lo que está detrás de nuestro existir. Cada época social tiene unos parámetros de pensar diferentes y lo que más cuesta es adaptarse a ellos. De ahí la importancia de la flexibilidad del pensar. Encarnar las frases es lo que construye la ética social.
La periodista Natalí Guerrero aportó que la palabra es una de las herramientas más poderosas de la comunicación humana. Con ella expresamos pensamientos, sentimientos y deseos, estableciendo conexiones profundas con quienes nos rodean. En el contexto de la era digital, como lo es en las redes sociales, su impacto se magnifica: las palabras pueden viajar a gran velocidad y alcanzar audiencias globales en cuestión de segundos. Cada comentario, tuit o publicación no solo transmite un mensaje, sino que también puede generar diálogos, influir en opiniones públicas y provocar cambios significativos en nuestra sociedad.
Una palabra bien empleada (o mal empleada) en plataformas como Twitter, Facebook o Instagram puede encender debates que trascienden fronteras. Las redes sociales han transformado las dinámicas de comunicación humana, exigiendo que el uso del lenguaje sea no solo efectivo, sino también consciente y responsable. Desde la brevedad de los mensajes y el uso de emojis hasta narrativas extensas, estas plataformas han creado nuevas formas de expresión. Este proceso no ocurre en un vacío: los algoritmos que interpretan y clasifican nuestras palabras desempeñan un papel crucial al determinar qué mensajes tienen mayor visibilidad y cuáles pasan desapercibidos. Aquí, cada palabra cobra un peso especial, ya que puede definir el éxito de una idea, una tendencia o una causa social.
En el ámbito digital, cada publicación proyecta una imagen de nosotros mismos, así como también influyen en la forma en que otros nos perciben. Un tuit puede generar confianza, pero también desconfianza; un post puede inspirar, pero también herir. Por ello, el uso responsable del lenguaje es esencial. En un mundo donde las redes sociales amplifican nuestras voces, cada palabra tiene el potencial de unir o dividir, de construir o destruir. Las palabras cargadas de sentido no son aquellas impulsivas, sino las que surgen de una reflexión consciente y que contribuyen a un diálogo constructivo.
Para comprender el potencial de las palabras clave en las redes sociales, es esencial entender qué son los hashtags, también conocidos como numerales o almohadillas, cuyo origen se remonta a 1988. En esencia, tienen el poder de transformar la manera en que las personas interactúan, comparten ideas y construyen conexiones en un mundo cada vez más digital. En 2007 Twitter (hoy X) incorporó este sistema en su plataforma, marcando el inicio de su popularidad. Desde entonces, los hashtags se han convertido en un recurso indispensable para redes sociales como Instagram, TikTok y Facebook, donde son fundamentales para estructurar contenido, fomentar discusiones y formar comunidades virtuales.
En un mundo donde el lenguaje es amplificado por la tecnología, el desafío es utilizar esta herramienta con sabiduría. Las palabras tienen el poder de democratizar el acceso al conocimiento, fomentar la empatía y fortalecer las relaciones humanas. Sin embargo, este poder debe ser ejercido con un compromiso ético que reconozca el impacto potencial en las personas, las comunidades y la sociedad. Usarla con propósito y ética no solo define nuestra identidad digital, sino también nuestro aporte a un mundo más inclusivo, respetuoso y conectado.
El doctor en Historia del Arte y profesor de la asignatura El silencio como actitud filosófica, Jaume Aymar, inició su intervención diciendo que su convencimiento es que hablamos demasiado y citó un aforismo oriental que dice: «Habla solo si tus palabras son más densas que el silencio». Cuando en el siglo IV el arzobispo Teófilo de Alejandría fue a ver al desierto de Nitria, en Egipto, al abad Pambo, esperó mucho tiempo una palabra del anciano, pero fue en vano. Aquel no le dijo absolutamente nada. Venía a pedir consejo. Los hermanos presentes se creyeron en el deber de intervenir: «Dile, por favor, una palabra edificante a su Excelencia». La respuesta de Pambo fue lacónica: «Si no se edifica por el silencio, tampoco se edificará por mis palabras».
Se refirió a los lacónicos, que son los habitantes de la isla de Laconia, que se caracterizaban por hablar poco. El catalán es lacónico y sintético. Por ejemplo, decimos: Malament, entesos, depèn, vaja, torne-m’hi, fuig, fora, i ara, som-hi, fem-ne via, todas son expresiones muy sintéticas. También mencionó el núcleo de verdad de la sabiduría popular del catalán, a menudo con dichos relacionados con el verbo hacer: feu feu, anem fent, fer com aquell, fa i desfà, que s’ho faci mirar, tal faràs tal trobaràs, qui fa un cove fa un cistell, més val fer i penedir-se que no fer i penedir-se, tot fa caldo. Y en cuanto a la sabiduría castellana, mencionó: sin ti todo es nada, del agua mansa líbreme Dios que de la brava me libro yo, no sirvas a quien sirvió ni pidas a quien pidió. Es interesante darse cuenta de que hablamos con notas musicales, cantamos, tal y como explica Alexandre Cirici Pellicer, sociólogo del Arte, ya que depende de la entonación que pronunciemos una palabra diremos una cosa u otra. Palabras nuevas, palabras llenas, palabras capaces de dar futuro y libertad: «Estoy a tu lado».
«Quizás me dejen las palabras o quizás me dejéis vosotros, o solo los años me pongan a merced de alguna ola», cantaba Lluís Llach. La palabra poética ayuda a sintetizar, como los poemas japoneses haiku. La sabiduría anglosajona habla de key-words, que supone hacer un esfuerzo de síntesis y poner las palabras en el párrafo inicial. Palabras trascendentes: «Todo es misterio»; «huye de ti», «no te ensimismes, no te quejes». En un mundo de tanto análisis estamos deseosos de palabras sintéticas.
Por último, citó a Karl Rahner, uno de los grandes teólogos del siglo XX: «Entonces, cuando calle todo a la muerte y yo haya aprendido y sufrido todo, entonces empezará el gran silencio desde el que solo Tú resuenas. Tú, palabra de los siglos de los siglos. Entonces, todas las palabras humanas se habrán embotado y el ser y la sabiduría, el conocimiento y la experiencia serán una misma cosa, conoceré como soy conocido, entenderé lo que siempre me has dicho. Ninguna palabra humana ni ningún concepto volverán a interponerse entre Tú y yo. Tú mismo serás la palabra de la alegría, del amor y de la vida, que llena todos los rincones de mi alma».
Finalmente, se abrió el coloquio a los asistentes con muchas palabras solicitadas, para continuar profundizando en el tema de la palabra.