Quien no ha escuchado alguna vez aquello de que «la sonrisa es es la llave de todas las puertas»… o aquello de que «la alegría es contagiosa». Hay incluso el registro de una epidemia de risa que duró meses en un pueblo de Tanzania, el año 1962. Más allá de la anécdota, el caso es que la alegria tiene una fuerza increíble, enérgica y transformadora que quizás vale la pena conocer y potenciar. En la última cena coloquio número 206 del Ámbito María Corral -que tuvo lugar el 15 de noviembre- se invitó a reflexionar sobre la fuerza de esta emoción básica como antídoto contra el resentimiento social.
La primera intervención estuvo a cargo de la vicedecana de la Facultad de Pedagogía de la Universidad de Barcelona, Anna Forés, que dijo que vivimos actualmente instalados en una cultura en la cual hay mucha rabia y miedo, que a menudo se traducen en desesperanza. Ante esto, Forés afirma que la alegría puede ser una poderosa proveedora de ilusión, de sentido y de humor.
La pedagoga explicó que este mecanismo está directamente relacionado con la resiliencia, que es la capacidad que tenemos las personas para afrontar y superar las situaciones difíciles de la vida y salir fortalecidos; es decir, justo el contrario de los resentimientos en los que a veces nos ahogamos. Dijo, además, que una de las fuentes de alegría es sentirse parte de una comunidad, de un grupo de iguales en el qual nos sentimos valorados y respetados. En esta línea, explicó el significado de la palabra ubuntu, que en algunas lengua de África del Sud significa «soy porqué somos», en referencia al sentido de pertenencia que nos hace humanos.
Por otro lado, el fundador y director de la Editorial Proteus, Miquel Osset, definió la alegria a partir de la experiencia del filósofo catalán Josep Ferrater Mora, quien decía que es un estado del alma que anuncia que la vida ha conseguido su propósito. Paradójicamente, el capitalismo en el que estamos inmersos se fundamenta o tiene sentido en la insatisfacción permanente, que es la que nos mueve al consumo. Por el contrario, sostuvo, la alegría surge también a partir de dar lo que tenemos sin pedir nada a cambio; o sea, desde la gratuidad.
La tercera y última ponencia del encuentro la hizo el director de la Cátedra Ethos de la Universidad Ramón Llull, Francesc Torralba, que empezó diciendo que el resentimiento puede ser muy perjudicial, ya que provoca un sufrimiento anímico que se acumula y que -más pronto o más tarde- estalla y se lleva por delante lo que esté a su alrededor en ese momento. Torralba explicó que a veces el resentimiento surge de la percepción que tiene una persona de haber sufrido una injusticia, por lo tanto, tiene un gran componente comparativo de la persona que lo vive respecto de otra. Por otro lado, la alegría es un estado emocional positivo y tonificador que experimentamos cuando alcanzamos una meta complicada. Explicó que la alegria nos permite abrir horizontes, ver posibilidades donde otros sólo pueden ver dificultades. La pregunta clave es cómo pasar del resentimiento a la alegría. Para Torralba, una pieza clave para conectar con la alegría es tener consciencia y estar contentos por el hecho de existir y de sentirnos amados por las personas que nos rodean.
Terminadas las intervenciones de los expertos se dio paso a un turno de palabras de los
asistentes, en el cual se plantearon algunas cuestiones relacionadas con los resentimientos sociales e históricos, como los que hay entre diferentes grupos que se perciben como diferentes y opuestos por criterios de clase, raza, nacionalidad, entre otras. Ante estas situaciones los ponentes coincidieron en afirmar que del resentimiento no puede surgir nada positivo, por lo tanto, hay que dar el paso hacia la alegría para construir caminos que nos ayuden avanzar hacia una convivencia positiva.
Rodrigo Prieto Drouillas