Por Gemma Manau
Colaboradora del Ámbito María Corral
Lisboa, Portugal, septiembre 2008
Foto: J.A. Gil
Hace unos días me llegó a las manos un texto que no era más que una larga lista de máximas de diferentes autores, diversos con respecto a la época, a la nacionalidad, a sus ocupaciones, etc., y que trataban de temas muy diferentes.
La persona que nos lo dio nos propuso, casi como un juego, que cada uno escogiera una. Entre todas las citas me llamó la atención una del poeta Fernando Passoa (Lisboa, 1888-1935): “Para viajar basta con existir”. Luego nos propuso justificar porqué habíamos escogido aquella máxima en concreto y no cualquiera de las otras. La verdad es que me quedé unos cuantos días pensando sobre esa pregunta.
“Para viajar basta con existir” me recordaba unas palabras del Dr. Alfredo Rubio, plasmadas en uno de sus poemas:
“Nada nos falta
para ser algo
en vez de nada”
Para vivir, para sentir el gozo profundo de la amistad, para maravillarnos con la belleza de las cosas, e incluso para sentir el dolor y la tristeza, ¡basta con existir!, podríamos decir casi parafraseando al poeta portugués.
¡No nos falta nada para ser!, o dicho de otra manera, ¡lo tenemos todo para ser! Y al mismo tiempo que descubrimos el gozo profundo de nuestra existencia, palpamos su fragilidad, porque podríamos no haber existido. ¡Sí, había tantas posibilidades que ninguno de nosotros hubiera llegado a existir, nunca! Nos lo recordaba a menudo el Dr. Rubio. Sólo hacía falta que cualquier hecho de la historia anterior a nuestro engendramiento hubiera sido diferente para que existieran otras personas en vez de nosotros.
Si mis padres no se hubieran conocido, si la historia de sus familias no hubiera sido como fue, si se hubieran casado con otras personas…yo no existiría, ni ahora ni nunca; ¡ni tan sólo puedo imaginarme el vacío de la no-existencia, de la nada!
¡Hubiera sido suficiente que aquel encuentro concreto no se hubiera producido para que yo no existiera! ¡Pero se produjo, y así, yo después he existido! Podríamos decir que gracias al hecho que todo trascurrió como trascurrió, ahora yo estoy aquí, cada uno de nosotros ahora está aquí. Y mientras escribo esto me vienen a la memoria una y otra vez las palabras del poeta: “para viajar basta con existir”. Parece casi una contradicción que nuestro bien más preciado, el más necesario, el más primigenio, el fundamento de lo que somos, que es nuestra existencia, pueda ser tan frágil, pueda haber sido tan poco probable.
Basta con existir para que podamos emprender el viaje, para que podamos tomar la vida en nuestras manos y dirigirla hacía donde queramos; evidentemente con la limitaciones propias del ser humano, pero es nuestra responsabilidad desarrollar al máximo nuestra vida desde nuestra libertad, nuestra inteligencia y nuestra capacidad de amar. Y cada uno hará “un viaje distinto”.
¡No nos falta nada para ser! ¡Lo tenemos todo para emprender el viaje, ahora ya sí, con la profunda alegría de saber que somos y que podríamos no haber sido!