Cuando hablamos de diversidad hay almenos dos evidencias que no tenemos que olvidar: primero, que la diversidad está en todos los lugares; y segundo, que la diversidad es la condición de posibilidad de los seres humanos; o sea, cada uno de nosotros somos únicos e irrepetibles. Hasta aquí, probablemente, todos estaríamos de acuerdo.
Pero una cosa son las palabras y otra, la realidad cotidiana. Y en esta última –desgraciadamente– constatamos que hay algunas diversidades que nos generan desconfianza, por confusión o, simplemente, que nos nos gustan. Sea como sea, hay personas que nos generan una cierta incomodidad y optamos por mantenernos a distancia de ellas.
A algunos les incomodan los jóvenes, porque les parecen unos irresponsables; a otros, las mujeres, porque creen que no controlan suficientemente las emociones; a otros, los gitanos, porque dicen que roban; a otros, los inmigrantes, porque piensan que les quitan el trabajo; a otros, los homosexuales, porque creen que no son normales; a otros, ciertas clases sociales, porque dicen que son prepotentes; a otros, los enfermos mentales, porque están convencidos de que son peligrosos… La lista podría ser interminable.
En algunos casos, esta incomodidad es fruto del puro desconocimiento; en otros, es fruto de los estereotipos que a menudo nacen en ideologías llenas de sesgos, jerarquías y resentimientos de los cuales –quizá– ni somos conscientes.
Independientemente de sus causas, el caso es que este miedo a los que son diferentes (alterofobia, según la filosofía) es uno de los grandes obstáculos para nuestras relaciones, todavía más hoy, cuando la diversidad es una característica básica de cualquier grupo humano.
Ante este escenario, la pregunta es: ¿qué podemos hacer para mejorar la convivencia? Las respuestas son numerosas, pero sin duda el primer paso es asumir que –tanto si lo queremos como si no– todos y todas tenemos resistencias ante algunas personas y que vale la pena esforzarse para reflexionar sobre el motivo de estas resistencias, para matizar y desmontar los prejuicios y estereotipos que podamos tener.
Deseamos ensanchar conocimientos, entrenar la empatía, superar miedos irracionales, mejorar nuestras habilidades sociales y, en definitiva, mejorar nuestras relaciones con nosotros mismos y con las personas que nos rodean.
Rodrigo Prieto Drouillas