Por Josep M. Forcada Casanovas
Presidente del Ámbito María Corral
Barcelona, diciembre 2010
Foto: O. Pascua
Estamos celebrando los treinta años del Ámbito de Investigación y Difusión María Corral. Desde sus inicios hemos querido ofrecer un foro de comunicación entre personas para expresar libremente pensamientos que pueden enriquecer criterios, puntos de vista y opiniones. Hemos intentado ser una plataforma de promoción del diálogo, que escucha las razones de los demás e intenta dar respuestas interdisciplinarias y transversales. Así, por medio del diálogo y la reflexión, podemos mejorar la capacidad cultural de las personas ayudando a dar una calidad de vida a partir de entender quiénes somos y por qué existimos. Tanto en el mundo personal como en el social, desde el bien ser de la persona, con el diálogo podemos generar un discurso enriquecedor, sólido y creativo.
El diálogo con sentido es como aquella media semilla que cae en un terreno dispuesto y preparado para que pueda engendrar una riqueza de comunión y de frutos de bien. Cuando en el diálogo se llega a acuerdos y coincidencias crece la dimensión cultural que hay en el trasfondo de las palabras.
Quien dialoga de verdad debe tener serenidad y juicio para exponer lo que piensa y, al mismo tiempo, humildad de escuchar sin miedo, con capacidad de modificar su parecer o de enriquecerse de las opiniones de los demás para mejorar sus criterios. El diálogo crea cultura, establece puentes con otras personas y otras realidades y crea nuevos conceptos. Tal vez el verdadero diálogo empieza con uno mismo, es decir, en la capacidad de preguntarse y de profundizar en el propio ser.
Jean Lacroix propone tres condiciones para el diálogo: creer en la persona, rechazar la violencia y la referencia a los valores. Si no creemos en la persona y en el sentido que tiene en la vida, difícilmente creeremos en su dignidad y en la igualdad. Igualdad, en aquel sentido amplio, tal como decía el Dr. Rubio: «Si no creemos en la hermandad de los humanos por el hecho de existir, difícilmente entraremos en una realidad que no discrimine». El rechazo de la violencia es evidente, porque con violencia se niega la capacidad de juicio, de serenidad y de objetividad. Cierto es que la pasión es inherente a la persona, pero esta pasión no sirve para nada si se pasa por alto la dignidad y la libertad propia y la de los demás. Realmente el diálogo armónico, entrañablemente humano, crea un entorno de paz. En lo que respecta a los valores, hoy desgraciadamente, muchos de estos valores denominados universales han quedado alejados. La expresión del diálogo interior y silencioso que nos lleva a vivir la capacidad del respecto mutuo es un valor humano. Los valores que situamos en un nivel superior son para encarnarlos y hacerlos vida. Todos los valores nos ayudan a ajardinar las relaciones sociales.
Los seres humanos tenemos el privilegio de poder dialogar con la palabra y con todos los sentidos. Dialogar con la palabra y el corazón supone tener presente al interlocutor y, tal como recordaba el Dr. Alfred Rubio en una cena del año 1990: «Se puede dialogar –y se debe hacer muchas veces– de todo, y hasta discrepar. No hay peligro, siempre que se haga en la palestra común de la amistad».
Quizás hoy muchas personas tienen miedo a dialogar porque no se atreven a expresar lo que sienten o, incluso, porque no tienen tiempo de preguntarse el porqué de las realidades existentes o de expresar lo que hay en el fondo de su ser. Es decir, se debe hacer desde lo más profundo de los sentimientos hasta las inquietudes más atrevidas de la razón. Debemos reconocer que a veces da miedo desnudar el pensamiento ante los demás para que vean qué pensamos y cómo pensamos y, al mismo tiempo, dejar que entren en el terreno de nuestra forma de comunicar, ya sea verbal o gestual.
El diálogo serio es capaz incluso de abrir grietas insignificantes en el hermetismo de muchas personas. Todos sabemos que una palabra amable, incluso un clamor, abren puertas, pueden iniciar una esperanza, un sueño, una inquietud, una vivencia de felicidad o de dolor.
El amor y la amistad son diálogo. Los sentimientos aportan una enorme carga de comunicación que enriquece la vida y que llena significativamente la mutua existencia.
Queremos manifestar nuestro deseo de continuar promoviendo espacios de diálogo y nuestro agradecimiento a todos aquellos que hacen posible la realidad del Ámbito María Corral hoy.