Aunque no nos demos cuenta de ello, pasamos prácticamente toda la vida decidiendo. Tomamos decisiones, unas más importantes que otras, que en su conjunto configuran gran parte de lo que es y será nuestra vida y la de quienes nos rodean.
Obviamente, los derroteros de la propia vida no resultan únicamente de nuestras decisiones. Nacimos sin que nadie pudiera preguntarnos si queríamos existir, y no elegimos ni el momento histórico ni ninguna de las coordenadas de nuestra vida. Somos el resultado irrepetible –¡y afortunado!– de una extraordinaria combinación de acontecimientos naturales y decisiones ajenas. Podíamos no haber existido, pero ahora somos, estamos aquí, y nos encontramos compartiendo con otros un presente que, aunque sea en medida pequeña, también está en nuestras manos. Disponemos de un margen de libertad individual y colectiva; podemos asumir responsablemente las decisiones que nos corresponde tomar. Probablemente, la primera decisión fundamental sea la de aceptar, a posteriori, ser quienes somos y como somos. Y de ahí en adelante, hemos de ejercer el discernimiento para construir el presente lo mejor posible.
Decía Benjamín Franklin que la peor decisión es no decidir, y no es raro que ante la duda o la incertidumbre una persona deje pasar los acontecimientos, esperando que se arreglen por sí mismos. A veces sucede así; otras, la situación se estanca o se agrava. Tanto si uno decide intervenir como si elige dejar pasar, debe asumir su responsabilidad en las consecuencias.
Decidir significa hacer una elección entre varias posibles. Pero con frecuencia decidimos de manera automática hasta en aspectos importantes de la vida. ¿Qué nos mueve realmente cuando tomamos una decisión? ¿La experiencia infantil? ¿La bioquímica del cerebro? ¿El instinto? ¿El inconsciente? ¿La intuición? ¿El raciocinio? ¿Los modelos aprendidos de la sociedad? Quizá una combinación de todos ellos.
Para salir de la crisis que vivimos, provocada por muchas malas decisiones acumuladas, se requieren buenas y nuevas decisiones individuales y también colectivas, tomadas en conjunto.
Preguntamos a los ponentes en esta cena-coloquio: ¿Cómo podemos tomar mejores decisiones? ¿Hay que huir de un excesivo racionalismo y confiar más en nuestras intuiciones? ¿Qué papel tiene el diálogo con otros antes de decidir? Los cambios que vivimos ¿pueden requerir también decisiones compartidas que rompan la inercia y el fatalismo? ¿Hay que superar la idea de que no podemos intervenir en lo que sucede alrededor nuestro?
Leticia Soberón Mainero
Ponentes y ponencias:
Marta Burguet Arfelis, Doctora en Pedagogía
Irene de Puig Olivé, Directora del Grup IREF (Grup d’innovació i Recerca per a l’ensenyament de la Filosofia)
Laura Estrada López, Psicoterapeuta individual y de pareja
Ignacio Morgado Bernal, Catedrático de Psicobiología en el Instituto de Neurociencias de la Universidad Autónoma de Barcelona
Reseña, reportaje fotográfico y monográfico