Las personas nos construimos en sociedad. Juntos, en el contacto, en el roce. Hace décadas que muchos pensadores lo dicen; no obstante, parece que cuando pensamos en ello sólo nos viene a la cabeza la familia nuclear y dejamos de lado un montón de «otros» (personas, grupos y comunidades) que tienen tanta o más importancia en nuestra configuración que los padres y hermanos. La cena coloquio número 205 –realizada el pasado 18 de octubre– trató justamente sobre aquellos «otros»: las comunidades adultas.
La primera intervención estuvo a cargo del economista y director de la Universitas Albertiana, Jordi Cussó, quien dijo que a pesar de que vivimos en una sociedad de bienestar, a menudo no estamos bien. Ante esto, sostuvo, debemos ir avanzando hacia una «sociedad gratificante» que sea acogedora y respetuosa y donde las relaciones humanas estén basadas en la gratuidad. La construcción de esta «sociedad gratificante» –expresó el ponente– comporta muchos cambios a nivel familiar, social, educativo, político y económico que permitan crear y potenciar comunidades adultas que funcionen con estos nuevos criterios.
Por su parte, la socióloga y escritora, Eulàlia Solé, hizo un breve repaso a los diferentes modelos de familia que hoy coexisten, los cuales hablan de una gran diversidad de criterios, valores, relaciones, funciones, en definitiva, maneras de vivir. Respondiendo a una de las preguntas planteadas en la cena-coloquio, la ponente sostuvo que teniendo en cuenta estas diferencias, siempre es conveniente que las familias se abran y formen parte de otros grupos sociales, ya que esto dará a los padres y madres una mayor «amplitud de miras»; y a los hijos e hijas, la posibilidad de «conocer y valorar el mundo que les rodea».
La tercera intervención de la noche la hizo la psicóloga, Maria Martínez, quien dijo que en el proceso evolutivo de las personas, cuando entramos en la escuela empezamos a aprender a vivir en sociedad. A partir de ese momento vamos pasando por diferentes grupos sociales que nos dejan su huella y nos ayudan a construir una red emocional en la que nos sentimos acogidos y valorados y que da sentido a nuestra vida. Por este motivo, dijo Maria Martínez, es muy importante dar espacio y promover este tipo de vinculaciones sociales.
Finalmente, Ricard Vilaregut, Director del Centro Internacional Escarré por las Minorías Étnicas y las Naciones (CIEMEN) hizo una rotunda defensa de los vínculos sociales y sus beneficios que –según indicó– se dan en cuatro ámbitos: institucional, mercantil, familiar y social. Concretamente afirmó que la acción colectiva es un elemento clave de la democracia y está íntimamente ligada con los cambios sociales más importantes de la historia. Asimismo, dijo que el vínculo social fortalece las sociedades y les permite hacer frente de mejor manera las situaciones de crisis, tanto a nivel macro como microsocial.
Después de las aportaciones de los ponentes, se abrió el turno de palabras, en las que los asistentes pusieron sobre la mesa cuestiones como la importancia de ejercitar el «músculo social» de las personas, la necesidad de promover las comunidades adultas en el ámbito empresarial y los beneficios de fomentar la empreneduría entre las comunidades adultas, entre otras cuestiones.
Rodrigo Prieto Drouillas