Competencia y colaboración. Dos caras de una misma moneda. ¿Complementarias o incompatibles? Como suele suceder, hay diversas opiniones al respeto. En la 208 Cena Hora Europea (realizada el pasado 16 de mayo de 2012) quisimos poner el tema sobre la mesa y escuchar los diferentes argumentos de la mano de interesantes expertos de diversas disciplinas. A continuación presentamos un resumen de lo que se habló esa noche.
La profesora de Ética de la Universidad de Barcelona Begoña Roman empezó su intervención haciendo unas aclaraciones conceptuales y poniendo sobre la mesa los aspectos positivos y negativos tanto del competir, como del compartir. En esta línea afirmó, por ejemplo, que a menudo la competitividad es la motivación con la que se alcanza la excelencia y la innovación, mientras que el compartir, a veces, puede dar pie a personas que se aprovechan de la generosidad de los demás.
Roman añadió que unos buenos indicadores para “auditar” –desde el punto de vista de los valores– como deberíamos pasar del competir al compartir es la lista de 10 capacidades propuesta por la filósofa norteamericana, Martha Nussbaum, la cual incluye los siguientes elementos: 1.-Longevidad; 2.- salud física; 3.- imaginación; 4.- pensamiento; 5.- emociones; 6.- razón práctica.- 7.- afiliación; 8.- relación con otras especies: 9.- juego y 10.- control del propio entorno político y material.
El segundo turno de palabra fue para el economista y socio de AddVANTE, David Martínez, quien reforzó la idea que tanto el competir como el compartir tienen aspectos positivos y negativos, tal como había indicado Begoña Roman. Además, propuso que un buen camino para pasar de una actitud a otra es –en primer lugar– asumir que somos interdependientes (como personas o entidades), que nos necesitamos; en segundo término, dejar de ver al otro como enemigo y –por lo contrario– centrarnos en él; un tercer elemento, indicó Martínez, es promover la confianza, y finalmente, buscar el bien común más alto, con lo que todos estaríamos dispuestos a comprometernos.
Otra aportación del economista fue la necesidad de aplicar un liderazgo basado en la armonía para promover el compartir en las organizaciones. Este estilo de liderazgo –explicó– debe promover el entusiasmo en las empresas o entidades, un buen clima laboral, una adecuada gestión del tiempo, la resiliencia, el trabajo cooperativo, la reflexión y el sentido del humor. Según el ponente, un liderazgo con estos elementos puede llevar más fácilmente a personas y entidades a funcionar desde el criterio del compartir.
La tercera ponencia fue del catedrático de Educación de la Universidad Ramon Llull, Jordi Riera, quien hizo un planteamiento del tema empezando en el individuo y terminado en la sociedad. En cuanto al enfoque individual, Riera dijo que para compartir con los demás, primero es necesario aprender a compartir con nosotros mismos, es decir, tener la capacidad de introspección, de autocuestionarnos y interpelarnos, que –según explicó– es un factor preventivo antes de dar el paso hacia compartir con otras personas. Y una vez allí, la clave para compartir con los demás según la perspectiva de este ponente, es reconocer al otro, amar al otro y corresponsabilizarnos del otro.
Riera dijo que la opción por compartir se puede extrapolar a nivel social a través de un modelo de estado que sea relacional. Dijo que hace tiempo que los estados han comprobado que para gestionar las sociedades necesitan de la implicación de todos los sectores (político, económico, social, etc.), por lo tanto, deben apostar necesariamente por la co-responsabilización. En este contexto, explicó el ponente, el rol del estado debe ser el de promover redes y promover la implicación y corresponsabilización de todos.
La última intervención de la noche fue la de Julián Schmitt, que es coordinador del Grupo de Empresas del Campo de Energía de la Economía del Bien Común de Barcelona. Lo primero que hizo el ponente fue desmontar la idea de que la competencia es inherente a la economía. Explicó que aquella relación no siempre ha sido así y que en realidad es un vínculo “artificial”, por lo tanto, es posible pensar de otro modo. Explicó también que el interés por el “bien común” no es nada nuevo, ya que existe desde hace mucho tiempo e incluso se plantea como objetivo de los estados en muchas constituciones.
Concretamente sobre la propuesta de la economía del bien común dijo que supone incorporar muchos cambios a diferentes niveles del ámbito económico. A modo de ejemplo comentó que deben cambiarse los indicadores con los que se mide el éxito de las empresas (las finanzas) y sustituirlos por lo que han denominado “balance del bien común”, que se fundamenta en dos grandes ejes: 1.- los valores humanos (dignidad, solidaridad, sostenibilidad, etc.) y 2.- los grupos de contacto (con los que se relacionan las personas que forman parte de una empresa). En resumen, dijo, el objetivo de esta propuesta es que las personas y empresas no sólo ganen dinero, sino también ganen en un sentido global de su persona y de la sociedad en la que viven.
Después de las intervenciones de los ponentes se abrió el debate con los asistentes, en el que salieron interesantes reflexiones como por ejemplo, cómo aplicar estas reflexiones al ámbito deportivo, la necesidad de hacer análisis complejos de la realidad, o la importancia de la creatividad en la construcción de propuestas nuevas. Para terminar, se concluyó que tanto en el competir como en el compartir forman parte de la realidad actual, por lo tanto, es necesario analizarlos sosegadamente antes de tomar cualquier decisión.
Rodrigo Prieto Drouillas