Por Toni Rubio
Educador Social
Barcelona, julio 2012
Foto: Creative Commons
La acogida familiar es una de las formas de ayuda y protección a los niños y adolescentes que se encuentran en una situación familiar que hace que tengan que vivir fuera de su familia biológica. La acogida ofrece una alternativa a estos niños.
Es una medida temporal para ofrecer a los niños el mejor entorno posible para crecer, hasta que su familia resuelva los problemas que le impiden ocuparse de ellos en un momento determinado.
Si consultamos el diccionario, uno de los significados que encontramos de la palabra ‘acoger’ es <>. Una definición breve pero llena de connotaciones. Cuando acogemos a un niño, nosotros lo tenemos que admitir, pero él también nos tiene que admitir a nosotros. Nosotros le ofrecemos un lugar en nuestra familia y él nos ofrece un lugar en su vida.
Es necesario que tengamos claro que acoger no es esperar nada. Es sencillamente ofrecer lo que tienes hasta que se acaba el tiempo, el nuestro o el de ellos. Pero no es un tiempo ocupado por horas, minutos o segundos, por semanas o meses, por años… Es un tiempo ocupado por momentos, por situaciones, por palabras y hechos. Un tiempo en el que hay momentos de dificultad, pero muchos más de satisfacción.
Tenemos la oportunidad de ofrecerles y facilitarles las herramientas que les permitan poner andamios en su propia vida y reconstruirla sobre unas bases personales y sociales más firmes. Tenemos la ocasión de acompañarlos en este proceso y abrir de forma conjunta otro camino que les lleve a extraer lo mejor de ellos mismos.
Bien, todo esto es teorizar sobre la experiencia que tenemos, pero quizá la mejor fotografía, la imagen más sensible o el percutor que nos puede disparar en la cara la realidad que vivien estos niños, es hacer un trabajo íntimo y crítico de imaginar a nuestros hijos biológicos pasando de institución en institución sin haber tenido una segunda oportunidad