Por Javier Bustamante Enríquez
Poeta
Barcelona, noviembre 2012
Foto: Creative Commons
A medida que vamos descubriendo que estamos vivos, vamos siendo conscientes de que hubo un momento fundante de nuestra existencia. Hemos nacido: en un instante determinado se dieron las condiciones necesarias para que comenzáramos a ser. Y, como el big bang del universo, este proceso de nacimiento aún continúa presente. Y es que, no sólo llevamos impresas las huellas de aquel momento primero, sino de todos los que se han ido sucediendo después hasta llegar al segundo actual en que reflexionamos esto.
En cada instante estamos siendo síntesis de todo aquello que nos ha precedido. Y síntesis no quiere decir una suma acumulativa de vivencias, recuerdos, crecimiento o desgaste físico e intelectual… Somos síntesis en el sentido de que el presente y el pasado conviven en nuestra persona como una unidad, tanto a nivel físico, como intelectual, emocional y espiritual.
Y esta síntesis que estamos siendo en cada momento, también incluye todo lo que nos ha hecho y hace posibles. Es decir, aquellas personas y acontecimientos que nos han precedido y que han influido directa o indirectamente en nuestra presencia aquí y ahora. Asimismo, el medio natural aporta la energía, los nutrientes, la materia y todo lo que sostiene nuestras vidas. El medio social, la historia, la cultura, la técnica, también son elementos constitutivos de cada criatura.
La síntesis evoca unidad. Lo que se va incorporando va formando parte del todo. Cuando ingerimos un alimento, este, a diferentes niveles, se integra en nuestro organismo. Las diversas vivencias que vamos teniendo durante el día, también se van haciendo parte de nuestra biografía, por insignificantes que parezcan.
Cuando se trata de un ser vivo, el todo no es la suma de las partes. Cada acontecimiento nuevo “altera” de alguna manera a esa complejidad armónica que somos. Un sabor puede despertarnos un recuerdo, una conversación puede ayudarnos a tomar una decisión, la convivencia con determinadas personas desarrolla una parte de nuestras capacidades.
No se trata de sumar e ir acumulando; como en la alimentación, hay un proceso que implica la ingestión y la digestión. Aquello que nos va sucediendo, a su vez va interactuando con el todo que somos, provocando desequilibrios y nuevos equilibrios en nuestro ser.
Adquirir conciencia de esta síntesis que somos puede ayudarnos a incorporar mejor todo lo que vamos viviendo. Incluso a seleccionar más adecuadamente, desde lo que comemos, hasta la manera en que distribuimos nuestro tiempo y los conocimientos que queremos adquirir.
Somos una unidad que constantemente se está transformando. Así como en la bóveda del cielo no hay dos amaneceres ni dos atardeceres iguales y podemos apreciar su belleza, también para nosotros cada momento es digno de ser captado en su armonía, por más fácil o difícil que pueda parecernos.