Por Montserrat Puigbarraca Arroyos
Maestra
Barcelona, julio 2013
Foto: http://www.amaliorey.com
«Mis padres se han separado»- Esta frase en boca de un niño o joven abre un nuevo camino: en su vida, de golpe, todo tambalea, todo ha cambiado, el entorno que conocía, que lo acompañaba, se ha roto. Todo cambia.
Cuando este hecho ocurre, a menudo te encuentras niños que se preguntan: ¿Por qué? ¿Tengo yo la culpa? ¿Ya no me quieren?
Los niños y niñas necesitan una estabilidad, un entorno de cariño que les acompañe y les ayude a crecer. Cuando este entorno se rompe, se pueden encontrar perdidos.
Creo, sin embargo, que hay muchos tipos de separaciones y que dependiendo de cómo los adultos vivan su rotura, los niños y niñas tendrán más o menos facilidad en situarse.
Recuerdo unos padres que, cuando matricularon a su hijo en la escuela (P.3) ya estaban separados, sin embargo viendo el niño y el acompañamiento familiar que tenía, no nos dimos cuenta hasta que ellos mismos nos lo explicaron.
Sin embargo, esta situación no se ve muy a menudo, sino que lo más habitual es que los niños se encuentren en medio de una lucha donde el padre estira por un lado y la madre por el otro, sin darse cuenta del mal que le están haciendo.
Hace tres cursos entró en la escuela un niño en pleno proceso de separación «traumática» de sus padres, con intervención constante de tribunales por denuncias de uno contra el otro.
Su comportamiento en el aula era provocador –y aún lo es– hacia la tutora y también hacia los otros maestros: él no se fía de los adultos, y a la vez, reclama constantemente su atención. Esta sí que es una situación habitual.
Recuerdo también la niña que venía un viernes sí y viernes no con la maleta porque cambiaba de casa. O aquel otro niño que la madre lo apunta a extraescolar el día que debe venir a recogerlo el padre y el niño se encuentra que debe marchar a media actividad. O aquella otra niña que está triste porque no entiende nada, pero que tampoco quiere hablar. O ese niño que tiene muchas ganas de ver a la madre, pero este fin de semana debe estar con el padre. O…
A menudo los padres quieren compensar a su hijo por lo que está viviendo e intentan contentarle en todo lo que pueden. Una forma de hacerlo es comprar todo lo que el niño pide o no contradecirle en nada. Como consecuencia de todo esto, el niño puede convertirse en un tirano que se aprovecha de ambos.
¿Y el maestro, que hace? A menudo lo primero es querer a este niño, estar a su lado, acompañar su duelo. Pero también tiene el trabajo de ir marcándole límites, de tratarlo con normalidad sin dejarse acaparar. Asimismo, también debe decir a la familia lo que ve y ayudarles a darse cuenta de la importancia de encontrar pautas comunes entre padre y madre y no dejarse llevar ni a un lado ni al otro, intentando mantener la objetividad tanto como les sea posible. En algunos casos, el maestro se encuentra también presionado e incluso fiscalizado por el padre o por la madre. A pesar de todo, es bastante habitual que sean el maestro y la escuela quienes dan estabilidad a estos niños.
¿Y los niños de su entorno, como lo viven? Sé de una niña que, al separarse los padres de su amiga, se plantó muy triste ante los suyos y les dijo: «Vosotros no os separareis, ¿verdad?»
Publicado en la Revista Re