Por Jordi Cussó Porredón
Director de la Universitas Albertiana
Barcelona, junio 2013
Foto: Laia Guaràs
Perdemos demasiado tiempo soñando, construyendo ilusiones que, en definitiva, no nos dejan construir nuestro bienestar emocional. Debo tener más conciencia de lo que soy, de quién soy y de cómo soy. Aceptando con alegría esta base existencial encontraremos un fundamento firme para ser feliz.
La vida es fuerza cotidiana y tiene pocas cosas que salgan de una mal denominada «normalidad», por esto, a menudo, nada de lo que nos pasa nos llama especialmente la atención. Y simplemente vamos pasando, vamos haciendo o, como dice mucha gente, «vamos tirando». Nos hemos acostumbrado a existir como si fuera lo más normal, como si no tuviera nada de extraordinario, y esto ha menguado nuestra capacidad de sorpresa.
Es urgente recuperar la capacidad de admirarse por las cosas, por la vida, por el simple hecho de estar vivo. Esta admiración nos hará darnos cuenta de muchas cosas que ahora no somos capaces de apreciar ni de vivir, porque estamos encima de ellas como si estuviéramos yermos y no tenemos el ánimo de mirar lo que aguanta nuestro ser y nuestra vida.
Cuando nos falla la base de la vida siempre buscamos las soluciones en la periferia, en el exterior, en los otros; y no sabemos ver que en la mayoría de los casos las respuestas están en nosotros mismos. Perdemos demasiado tiempo soñando, construyendo ilusiones, fantasías, ideales de perfección que creemos que son la base de todo y que, en definitiva, no nos dejan construir nuestro bienestar emocional porque son causa de muchos desengaños y frustraciones. Debo tener más conciencia de lo que soy, de quién soy y de cómo soy.
Aceptando con alegría esta base existencial —como dice el Doctor Alfredo Rubio— encontraré un fundamento firme, una plataforma adecuada para convertir en realidad todas las posibilidades reales que hay en mi ser y utilizar en mi crecimiento todas las potencialidades que me ofrecen los acontecimientos y las personas que me rodean. … Conviene recuperar la ‘sabiduría del vivir’. La palabra sabiduría viene de ‘saborear’. Es necesario, por tanto, aprender a paladear las cosas, desde las más vitales e importantes hasta las menos significativas. Hay que aprender a percibir y a paladear lo que soy. Nuestra cultura ha perdido la facultad de saborear la vida, la amistad, la fraternidad, el tiempo del ocio, los hijos, los padres, los ancianos, etc.; indiscutiblemente, ha perdido la capacidad de saborear nuestro ser y nuestra existencia. …
El adulto ha de disfrutar de la existencia, debe tomar conciencia de este hecho y le debe poner nombre. Este darse cuenta del hecho de que existo nos deja un pozo de alegría que nos mueve a vivir esta vida con más plenitud.
Fuente: «El Gozo de Existir«, Texto de la ponencia en el XXIV Seminario Interdisciplinario «Patología de los sentimientos. Claves para un bienestar emocional», celebrado en Barcelona, en 2005, organizado por el Ámbito de Investigación y Difusión María Corral.