Por Leticia Soberón Mainero
Cofundadora de dontknow.net
Barcelona, marzo 2014
Foto: Creative Commons
El sistema público de salud español –y el de la mitad de Europa– está en crisis. Mejor dicho: en bancarrota. Cuando nació fue diseñado para una población mayoritariamente joven y con trabajo; con un bajo uso de fármacos, y con técnicas médicas sencillas y baratas. En otras palabras, el sistema era sostenible.
¿Qué ha cambiado? Todo. La investigación médica avanza vertiginosamente, con nuevas y costosas técnicas de diagnóstico y curación. La población ha envejecido, vive muchos años y hay cada vez menos niños y jóvenes. La producción y el consumo farmacéutico han aumentado exponencialmente. Además, hay una alta tasa de desempleo que no tiene visos de disminuir a corto plazo. O sea, crecen los gastos y disminuyen los ingresos. En cierto modo importa menos si la gestión sigue en manos públicas o pasa a las privadas: ambas afrontarán la misma problemática.
Esta tendencia se veía venir desde hace un par de décadas, pero ninguno de los partidos en el Gobierno quiso asumir el costo político de reducir los gastos y rediseñar el Sistema, lo que les hubiera alejado la benevolencia de los votantes. Éstos solían pensar que el pago de sus impuestos les daba derecho a servicios ilimitados de la Sanidad Pública.
¿Es de extrañarse, entonces, que el sistema hoy tenga que ser repensado por completo? No. ¿Los recortes son la única manera de hacerlo sostenible? Tampoco. Es necesario un amplio debate social para buscar salidas inteligentes.
Veamos qué hace el «Smartphone» en el título de este artículo.
Uno –sólo uno– de los factores importantes en todo este complejísimo problema es la manera como tú y yo gestionamos nuestra salud. La pregunta sería: ¿soy yo el responsable de mi salud o lo es el Estado? ¿Quién se hace cargo de ella si yo me enfermo?
La relación médico-paciente no es la de un adulto con un menor sin responsabilidad. Es la de un servidor público con un ciudadano o ciudadana, responsable de su propio cuerpo y de cómo gestiona su vida.
Los pacientes llegan cada vez más informados sobre su situación cuando van al médico. Lo que empezó siendo una piedra en el zapato del especialista, hoy puede ser una vía de salida hacia el futuro. Pacientes informados y corresponsables replantean de manera más consciente su relación con los profesionales de la salud, y ello mueve una parte importante del sistema sanitario.
La llamada e-salud está formada por miles de webs de especialidades médicas y de asociaciones de enfermos, blogs de personal clínico y farmacéutico, aplicaciones para móvil. Todo ello, lejos de ser una amenaza, es un sector emergente que puede reconfigurar en parte la sanidad pública. Si contamos con ayuda para discernir con acierto los sitios confiables de los «vendedores de humo», estar mejor informados nos facilitará ser libres para vivir como nos apetezca, pero asumiendo también la responsabilidad sobre los efectos de ese estilo de vida sobre nuestro cuerpo.
No quiere decir que el Smartphone y las apps sustituyan el encuentro con el médico de cabecera, que será cada vez más importante. Pero sí que puede abrir un camino de mayor corresponsabilidad que hasta ahora ha estado adormecido.