Por Toni Rubio Nicás
Educador Social y UCAE
Barcelona, diciembre 2014
Foto: http://blocs.xtec.cat
Los educadores, en nuestro trabajo diario, formamos parte de todo un entramado de vivencias y situaciones que tienen relación con el niño, con el adolescente, con sus familias y con su papel en el entorno social. No concebimos esta relación de una manera independiente o aislada, sino que al contrario, es una red de interconexiones entre todos los elementos que la conforman.
Es importante reconocer que las situaciones con las que nos toca trabajar no son hechos aislados sino el resultado de una manera de hacer, de una forma de relacionarte con tu grupo, un código generado por relaciones circulares.
No podemos valorar una actitud, una aptitud, una reacción o una respuesta de manera aislada. Debemos tener la capacidad de observar con una mirada abierta y desde una visión globalizadora. El niño es un punto concreto en un círculo en expansión sin ningún epicentro concreto.
Tenemos la suerte de trabajar con niños que tienen una capacidad de adaptación impresionante y que responden perfectamente a la teoría de la homeostasis, palabra que proviene del griego homos, «similar» y stasis, de «estado», «estabilidad», concepto que Claude Bernard describe como una «propiedad y una capacidad de los seres vivos para mantener una condición interna estable compensando los cambios en su entorno mediante un intercambio regulado de materia y energía». Y es esta capacidad la que les otorga el punto resiliente necesario para sobrevivir a las condiciones familiares y de su entorno.
Lo que observamos en la primera relación que establecemos con el niño es un sentimiento de culpabilidad y de responsabilidad por todo el proceso familiar generado. Creen que son ellos, con su comportamiento, los que han generado la intervención de la administración. Por lo tanto, se tiene que hacer un trabajo de desculpabilización muy intenso y tenemos que explicarles que no son ellos los responsables sino al contrario, que ellos son las víctimas de un entorno familiar y social concreto, que, en muchos casos, son patrones que se van repitiendo de generación en generación.
También debemos trabajar con el concepto darwiniano basado en la teoría de las especies, según el cual sólo, sobrevive el más fuerte. Ellos tienen que ver que la conformación de interacciones solidarias dentro de un grupo, en el qué todos tienen su función de refuerzo y compensación es la mejor manera de crear vínculo y derecho de pertenencia y por lo tanto, la mejor fórmula de equilibrar el sistema y hacer que se dé un intercambio equilibrado.
Con esta amplia y global visión, evidentemente, tenemos que buscar una metodología basada en estrategias y técnicas aplicables a los diferentes ámbitos del entorno del niño; familiar, social, escolar y de organización. Hemos de buscar la manera de romper patrones y externalizar cada caso, creando dinámicas que modifiquen y estabilicen las descompensaciones que hay.
Si miramos y escuchamos al niño, si queremos ayudarle, tenemos que observar todo aquello que no se ve y que arraiga al niño a su situación.