Por Toni Rubio Nicás
Educador Social UCAE y miembro de Asociación Entramat
Barcelona, marzo 2015
Foto: Creative Commons
A raíz de los acontecimientos sucedidos durante estos últimos meses, los diferentes partidos políticos de la comunidad europea han unificado un discurso común sobre la necesidad de saber más sobre lo que está pasando dentro de los barrios más conflictivos de nuestras ciudades. Según ellos, tenemos que prestar más atención a las comunidades vecinales y a sus movimientos, pero entiendo que la propuesta política pasa en realidad por llegar a tener un mayor control.
Desde las diferentes asociaciones, organizaciones, fundaciones e iniciativas sin ánimo de lucro que trabajamos en la calle desde hace muchos años, hemos dicho, pedido y reclamado por activa y por pasiva, la necesidad de gestionar la prevención, teniendo en cuenta la realidad del momento y trabajando de manera conjunta con los diferentes servicios sociales de la población.
La palabra prevencióń indica «una acción a trabajar en el tiempo, que nos ayude a evitar un daño o un riesgo». Desgraciadamente, en la actualidad, todo aquello que no reporte un resultado inmediato y económicamente viable, difícilmente se lleva a cabo. Pero la realidad nos ha demostrado todo lo contrario. La prevención no tan sólo resulta económicamente mucho más viable que la intervención, sino que, emocionalmente, asegura que el futuro de los niños, adolescentes y familias con quienes se trabaja sea mucho más estable.
Es necesario realizar una apuesta por la prevención, paralela a la tarea de acción y seguimiento educativo que se está haciendo actualmente, con las familias en situación de vulnerabilidad. Por lo tanto, tendríamos que hacer una inmersión en ese territorio y en su entorno. Se tienen que crear vínculos y por consiguiente, debemos conocer todo aquello que rodea la vida familiar y social de nuestras familias.
Tenemos que contar con todos aquellos agentes sociales implicados en el barrio: asociaciones de vecinos, comerciantes, entidades deportivas, de ocio, etc., creando un clima de confianza, de orientación, coordinación y relación con los organismos más institucionales. Todos estos agentes sociales deberían ser apoyados por las instituciones en su función socializadora y dotados, además, de herramientas tanto económicas cómo funcionales para desarrollar esta tarea de seguimiento, educativo y preventivo.
Se tienen que crear nexos entre las diferentes entidades, siempre desde la orientación y la coordinación. Desde la relación y el diálogo. Desde la organización y la participación en la vida comunitaria. Desde la promoción de actividades formativas, informativas y orientativas. Desde el acompañamiento en la creación de actividades de cariz más sociocultural.
Hemos de ser capaces de crear una red transversal entre todos los agentes sociales que formamos la comunidad, para valorar la importancia que tiene cada persona y cada grupo en su sistema y así asegurar de la mejor manera posible, una digna inclusión e integración.
En definitiva, tenemos que volver a construir el concepto de comunidad y de barrio, que no deja de ser un sinónimo de «sentir que formas parte de…».