Por Ramón Santacana
Prof. de ciencias económicas y empresariales
Taiwán, julio de 2015
Foto: alternandoideas
La cambiante naturaleza del trabajo que impulsan las nuevas tecnologías destruye puestos de trabajo tradicionales y crean trabajo de menos calidad. Los nuevos modelos de negocio que están apareciendo se caracterizan por tener relaciones con los que efectivamente realizan las tareas que difícilmente podemos encuadrar en el marco tradicional de las relaciones laborales y por ello pueden fácilmente escapar a las regulaciones y legislación de los estados.
Tomemos como ejemplo la aplicación Uber. Sin cansarle con cifras estadísticas para explicar la importancia que está adquiriendo dicha aplicación, baste con transcribir algunos los títulos que el buscador google nos da en la fecha en que se escribe este artículo (16 de junio de 2015) sobre las noticias que el periódico español El País ha publicado recientemente sobre Uber:
Uber ya vale el doble que Twitter
Brasil prohíbe la aplicación Uber
Los taxistas mexicanos se movilizan contra la aplicación Uber
Trabajo dice que los chóferes de Uber son empleados de la…
Uber se desmarca de la economía colaborativa en…
Uber puja por los mapas de Nokia
Uber: «Somos el transporte del siglo XXI»
Estos títulos evidencian hasta que punto la nueva tecnología está irrumpiendo con fuerza en la economía a nivel global. Sin embargo hay que distinguir entre la tecnología en sí y el uso que se hace de esta. Uber no sólo es una aplicación para móvil, sino una empresa con ánimo de lucro que promueve la aplicación con el fin de obtener beneficios y que a nivel global está actualmente valorada en 50.000 millones de dólares de EEUU. Por lo tanto no estamos meramente ante el hecho de un software, un avance tecnológico, sino un negocio, con un nuevo modelo de negocio, que mueve grandes intereses.
Es ya conocimiento general que este negocio está destruyendo en muchos países un sector de servicios, el sector del taxi y sustituyéndolo por otro
modelo de prestación del servicio más flexible, más eficiente y más económico. Las implicaciones sociales son destrucción de puestos de trabajo tradicionales y sustitución por prestaciones de servicios más libres, pero que a la vez conllevan una desprotección de las personas que prestan efectivamente el servicio.
¿Cómo debemos considerar a los conductores que usan sus propios vehículos para prestar el servicio? ¿Se trata de personas que aprovechan cuando tienen que hacer un desplazamiento para reducir sus propios gastos? ¿O de gente con tiempo libre que quieren ganar un dinero extra? ¿Personas que convierten esta actividad en su medio de sustento?, y si es así, ¿prestar servicios a través de Uber debe ser considerado un trabajo? ¿Está Uber realizando una competencia desleal con un sector regulado y que goza de protección social a cambio de unos impuestos y tasas? ¿Está este sistema desprotegiendo el trabajo y así, al no incluir impuestos y gastos sociales, puede resultar más económico? Y en este último caso ¿sería ético utilizar esos servicios si con ello desprotegemos a los que lo prestan?
A la empresa no le interesan todas esas preguntas, se trata simplemente de contratantes. Personas que libremente se prestan a efectuar una actividad por la cual percibirán un ingreso. Todo ello por medio de un contrato de servicios que es aceptado al aceptar las condiciones de uso de la aplicación.
La Inspección de Trabajo de Cataluña no opina lo mismo, tras siete meses de investigación ha concluido que los conductores que el año pasado usaban la Uber eran en realidad empleados y que deberían haber cotizado en la seguridad social. Según Trabajo, hay indicios para afirmar que la relación jurídica que une a los conductores con Uber no puede ser calificada de arrendamiento de servicios sino de relación laboral.
Los tribunales son los que van a tener la última palabra. Y ojala se puedan poner de acuerdo a nivel internacional para dar trato homogéneo a través de diferentes fronteras y territorios.
Bienvenidas sean las tecnologías, pero debemos colaborar por nuestra parte para que la irrupción de esas nuevas tecnologías, las que ya están aquí y las que llegarán, se haga respetando la justicia y el bien común de la humanidad. No olvidemos que la tecnología debe servir al hombre, no al revés.
1. En España, la filial Uber Systems Spain
2. ROSA JIMÉNEZ CANO, El país, 12 de mayo de 2015, accedido el 16 de junio de 2015 http://economia.elpais.com/economia/2015/05/12/actualidad/1431407227_521931.html