Cuando en el año 1983 iniciamos las cenas Hora Europea era una gran novedad y algunos encontraban extraña esta convocatoria de cenar a las ocho de la tarde. Nos propusimos acabar a las once y todavía lo hacemos así, con el fin de no acabar tarde y poder descansar, puesto que al día siguiente hay que estar activos a primera hora.
Esto parece una anécdota, pero es la propuesta de una actividad real que invita a pensar como gestionamos el tiempo, que a menudo se convierte en un enemigo para nuestro equilibrio personal. Todos estamos atareados y angustiados, de tal manera que el tiempo se convierte en una amenaza, porqué el reloj esta en el trasfondo de toda actividad. En el trabajo te obligan a unos horarios, hay unos plazos, también hay los momentos para la familia, para el ocio, para dormir… Y a menudo uno no sabe de dónde recortar unos minutos para que todo sea más gratificante. El exceso de trabajo comporta una aceleración de la capacidad humana que puede llegar a enfermar, y lo mismo sucede en la ralentización de la actividad, que conduce a una enfermedad por el ocio forzado que deriva en una falta física i psíquica realmente amarga.
Son tres momentos irrefutables: ocho horas de descanso, ocho horas de trabajo y ocho horas de un tiempo magnífico para tener especial cuidado de uno mismo, para coger fuerzas en la alimentación, el tiempo para la higiene personal, el ocio, la vida doméstica, la relación con los otros… Es básico tener en cuenta la gestión de dos días libres semanales y las vacaciones anuales. En la práctica es difícil conciliar el poco tiempo personal con la vida. El primer recorte se produce en el tiempo del descanso, que debe repensarse, ya que es imposible estar medianamente lúcido si no se han dormido las horas necesarias. Muchos accidentes laborales y de tráfico se producen a causa de estados de somnolencia. Además, es necesario replantearse la distribución de tareas en el hogar, que no pueden cargarse todas a la mujer, a la que fácilmente se le asigna un plus de trabajo atribuyéndole en la vida familiar un papel excesivo.
Es cierto que hay unos fuertes condicionantes que empujan a la consecución de unos beneficios económicos. La obsesión por el rendimiento, es decir, la productividad causa un estrés en la persona más o menos aceptado. Por encima de muchas directrices laborales hay una persona que dirige un trabajo con un carácter y un estilo determinado. Siempre hay una respuesta en la atención laboral que puede ser la que ofrece una baja, sea médica o por cualquier otro motivo: permisos de maternidad, excedencias, bajas temporales que en el funcionariado se amparan en leyes estatales y de la Generalitat.
Conciliar el tiempo de trabajo personal con la relación social requiere una mentalización para realizar un cambio para que laboralmente no tengan que hacerse trampas. ¿Será necesario repensar una distribución del trabajo? ¿O tal vez reflexionar sobre lo que significa el tiempo? ¿Cómo priorizar esos diversos aspectos? Esto es válido para la vida familiar, incluso para el ocio y el deporte, y también para quién tiene muchas horas de paro.
En nuestro país, probablemente, se vive un poco al margen de los horarios europeos. Es cierto que podría ayudar el hecho de cambiar los horarios de comer y de dormir. En principio, son válidos los espacios entre comidas. Seguramente será razonable avanzarlos un poco –una hora– para ayudar, por ejemplo, a hacer la digestión de la cena con una cierta pausa o, incluso, a mejorar la hora de la mañana que para mucha gente es difícil de superar por falta de descanso.
Contamos, entre los ponentes, con Fabián Mohedano, que promueve una amplia campaña sobre la «reforma horaria», que sin duda nos podrá ayudar en la gestión del tiempo.
Josep M. Forcada i Casanovas