Per: Sofía Gallego
Psicóloga y pedagoga
Barcelona, noviembre 2016
Foto: Creative Commons
La actualidad ofrece constantemente temas sobre los cuales reflexionar. En las últimas semanas los medios de comunicación resaltaban noticias relacionadas con el sistema educativo: la publicación, por parte de la Fundación Jaume Bofill, del estudio desarrollado sobre la educación en Catalunya titulada Reptes de l’Educació a Catalunya. Anuari 2015. Se trata de un estudio extenso realizado por importantes personalidades del mundo de la educación. De este amplio estudio, ha trascendido a los diarios y otros medios el titular referente a la inversión en educación realizada en nuestro país en el tiempo que comprende el estudio. Realmente, los resultados son decepcionantes para todos. La inversión en educación se sitúa en los mismos niveles de países con mucho menos potencial económico que el nuestro. Algunos diarios citan Perú, otros Laos, otros dicen que Catalunya está en la cola de la Unión Europea referente a la inversión en la educación. Todo ello aleja cualquier tipo de optimismo respeto a la educación y se hace difícil obtener y exigir buenos resultados si el sistema no tiene los recursos necesarios.
Las comparaciones siempre son difíciles, especialmente en este caso cuando se hace en los aspectos meramente cuantitativos que hacen olvidar aspectos más diferenciales entre países. No obstante, hay datos que resultan bastante contundentes: el porcentaje de dinero que se invierte. No podemos presumir de estar entre los países avanzados si nuestras autoridades no apuestan fuerte por la educación de los ciudadanos. La educación es un derecho de los niños, pero ha de ser una educación de calidad que tenga el objetivo de hacer ciudadanos libres y críticos con la sociedad, además de proveerlos de las herramientas necesarias para poderse desarrollar en la vida personal y profesional cada día más exigente.
Referente a la inversión es necesario dedicar recursos de manera generosa, pero responsable y efectiva en la educación infantil. Por esta etapa educativa pasan todos los pequeños ciudadanos del país y es cuando se establecen los fundamentos sobre los que más tarde se aposentarán los distintos aprendizajes. Es necesario remarcar también que la etapa de educación infantil es el momento en que se pueden y se deben detectar las especificidades de cada niño, a las que hay que intentar dar respuesta. Para eso se necesitan recursos de dos tipos: profesionales de apoyo a los maestros y formación continuada a los mismos. Las otras etapas educativas serán más exitosas si se refuerza esta primera.
La escuela no es algo que surge en una sociedad sin ninguna relación con la misma. El vínculo con la sociedad resulta importante para poder asegurar la eficacia educativa de los centros educativos en el sentido más amplio posible. No se puede consentir que lleguen niños a la escuela sin tener asegurada una comida adecuada; por eso las becas-comedor son inversión educativa, como también lo es poder detectar las carencias sociales a pesar de que se les dé soluciones en otros ámbitos. El futuro de un país pasa por el sistema educativo y por eso es necesario dotarlo de recursos personales y económicos.
Dentro de las relaciones escuela-entorno también se incluyen las conexiones familia-escuela. Vengo de una cultura en la que era impensable hacer cualquier tipo de crítica a la escuela. La palabra del maestro o maestra era incuestionable. Admito que esto puede influir en mi opinión y no pienso que aquella situación de casi impunidad fuera la más adecuada, pero tampoco puedo estar de acuerdo con el hecho de que se cuestione constantemente el trabajo del profesorado. Los niños están muchas horas en la escuela, alargar más la jornada en casa puede resultar pesado para los padres y niños e incluso puede entorpecer las relaciones con los maestros. Se ha de pensar que los deberes, aparte de reforzar los aprendizajes iniciados en la escuela, pueden servir como instrumento de relación padres-maestros y estimular la responsabilidad de los alumnos. Visto desde esta óptica pueden tener sentido, siempre y cuando estén en su justa medida.