Por: Pere Reixach
Especializado en estudios del pensamiento y estudios sociales y culturales
Barcelona, abril 2017
Foto: Joan Magí Balsells
El año pasado dos matrimonios, buenos amigos míos, celebraron sus bodas de oro. Este año y el siguiente, otros cuatro matrimonios amigos más, celebrarán sus bodas de oro. Celebrar «bodas de oro», cincuenta años de convivencia conyugal no deja de ser hoy día una rara avis, un hecho insólito y excepcional en España, donde cada cinco minutos se rompe una pareja. Un país con la tasa más alta de Europa en rupturas y la más baja en nupcialidad, donde antes del quinto año de casados uno de cada siete matrimonios se disuelve. Informe sobre nupcialidad y ruptura del Instituto de Política Familiar, elaborado con datos del Instituto Nacional de Estadística.
Teniendo en cuenta estos datos, creo que las autoridades, como hacen con las personas centenarias, tendrían que hacerles un homenaje público. ¡Se lo merecen! No es fácil convivir durante cincuenta años «de estira y afloja» sin que se rompa la cuerda y, sobretodo, con amor.
«El amor, como es el más profundo de los sentimientos humanos, resulta el más contradictorio y encima suyo se pueden levantar toda casta de teorías», así lo expresa Llorenç Villalonga en la novela Bearn.
Ciertamente, el amor es objeto de atención, de estudio, reflexión y narración de todas las ciencias y las artes. Asimismo, permitidme que os ofrezca un pequeño y amateur trabajo de campo, fruto de la convivencia y observación de mis amigos, sobre la actitud conyugal. Me gustaría que pudiera servir de orientación a todas aquellas parejas que deseen un matrimonio estable y duradero, tal como muchos se interesan por las dietas y estilos de vida de las personas centenarias.
La respuesta de una de las mujeres al preguntarle: «Después de cincuenta años, ¿todavía estás enamorada?». Me contestó: «Está claro que ya no estoy enamorada de mi marido. Pero continúo deseándole y es mi mejor amigo. Somos un equipo». Esta respuesta, espontánea y concisa es, para mí, la clave de bóveda que explica cómo se pueden conseguir y celebrar cincuenta años de matrimonio.
Poco a poco, ¿no es bueno estar enamorado? Evidentemente que sí, pero el enamoramiento es un arrebato, mezcla de sentimientos y deseos que nos ayudan a salir de la propia zona de confort para ir en busca de la otra persona. Asimismo, con arrebato no basta para hacer camino. Todo camino, sobre todo si la meta es de largo recorrido, necesita sensatez para valorar la compañía y superar todos los obstáculos del camino. Quizá el binomio arrebato/sensatez pueda combinarse poniendo sensatez al arrebato y un poco de arrebato a la sensatez.
La mejor muestra de poner sensatez a la vida, es cultivar la amistad, tener un amigo. No lo digo yo, sino el sabio Aristóteles (384 aC) en Ética a Nicómaco. Decía que sin amistad la vida sería un error; que la amistad es una condición para la felicidad y un refugio para la desgracia; que es a la vez agradable y buena; que es deseable «por ella misma»; que consiste más en «amar que en ser amado»; que no es posible sin una forma de igualdad; que es más valiosa que la justicia; que es la más alta expresión de la superación. También dijo que no es carencia ni fusión, sino comunidad, solidaridad y fidelidad: que los amigos disfrutan tanto los unos de los otros como de la amistad misma; que no se puede ser amigo de todos ni de la mayoría, que la amistad más alta no es pasión, sino una virtud. En resumen, que «amar es la virtud de los amigos».
He hablado de la amistad conyugal. Ahora hablaré de la afirmación: «Pero continúo deseándole…» Si continúa deseándole es porque ha sabido administrar bien el magnífico tesoro de su sexualidad. No lo ha gastado de una vez. Lo ha ahorrado en la hucha del erotismo. Según Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura 1990, en su espléndido libro La llama doble, distingue entre «sexualidad» y «erotismo». En la «sexualidad», el placer tiene una finalidad que es la reproducción, mientras que en el «erotismo», el placer «es un fin en sí mismo». Continúa con la distinción diciendo: «La sexualidad es animal; el erotismo, humano». Y todo acto humano de relación con otro, necesita una empatía, sensibilidad, sentimientos, sensatez y compromiso. Toda relación, ética y profunda, ha de someterse a la máxima Kantiana: «No utilices nunca una persona como medio, siempre como un fin en sí misma». Norma sagrada de toda convivencia.
«Somos un equipo» es sinónimo de la famosa frase d’Antoine de Saint-Exupéry, autor del libro El Pequeño Príncipe: «Amar, no es mirarse el uno al otro, sino mirar los dos en la misma dirección». Esa misma dirección, puede ser la propia familia, y/o una gran causa en favor de la humanidad.
El psiquiatra Rober Waldinger de Harvard y director de estudios sobre el desarrollo de adultos, en las conclusiones de un trabajo que le ha durado setenta y cinco años, concluye: «Las relaciones estables de pareja y amistad de más de cincuenta años, con capacidad para ilusionarse, suponen la clave para una vida feliz».
Permitidme un último consejo de Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura 1982: «El problema del matrimonio es que se acaba todas las noches después de hacer el amor, y hay que volver a construirlo cada mañana antes de desayunar».
¡Felicidades!