Por: Assumpta Sendra Mestre
Periodista
Barcelona, junio 2018
Foto: Pixabay
¿Cuántas veces al día damos las gracias? ¿De qué depende ser agradecido o no? Un gesto tan sencillo y a menudo olvidado.
La gratitud es un sentimiento que experimenta la persona que ha recibido del otro un favor, una acción… ¿A quién no le gusta percibir la gratitud del otro? Parece que nuestra sociedad cada vez es menos agradecida. Eso lo observamos en diferentes situaciones y conductas. Por ejemplo, en cualquier tienda sabemos que al empleado –no siempre con rostro alegre– le toca vender, pero a menudo no percibe ninguna muestra de agradecimiento, cosa que puede llegar a generar una mala atmosfera. O, en el ámbito laboral, cuando el jefe no agradece a sus trabajadores el trabajo hecho, o a la inversa. O en la escuela/universidad donde el maestro/profesor no agradece a sus alumnos el esfuerzo, o a la inversa. Estas acciones cotidianas forman parte del escenario real que vivimos.
En una entrevista reciente publicada en La Contra de la Vanguardia, la profesora Rébeca Shankland dice que: «Ignoramos el sentimiento de gratitud y generamos una sensación de falta de reconocimiento en el otro. Esta sensación puede producir frustración y, con el tiempo, sufrimiento». Describe una realidad que provoca malestar, ya que no recibir ninguna muestra de agradecimiento sincero te hace sentir aún más vulnerable ante la realidad que te toca vivir. Ella misma dice que: «Hay que abrir espacios para reconocer y agradecer».
Este es el gran propósito humano: tomar consciencia de ser agradecidos, no solo para quedar bien o por simple cortesía, sino por expresarlo desde el corazón y con el corazón. Hay que cultivar una cultura del agradecimiento porque la gratitud se convierta en un sentimiento positivo y no sea ninguna obligación.
La cultura del agradecimiento hace que reconozcas del otro todo su ser, unos valores, unas deferencias cordiales… Esta actitud es un antídoto a la autosuficiencia de algunos, ya que éstos no necesitan nada de nadie, tienen muy poca cosa en su corazón y ni tan solo tienen consciencia de que forman parte de la sociedad. También hay los agradecimientos que son dados a la persona que realmente se los merece y los agradecimientos no expresados, que solo se quedan en la mente de quien lo piensa; si se expresaran podrían hacer mucho bien.
Aprender a dar las gracias no es entrar en unos formalismos más o menos cómodos para quedar bien socialmente. Todo lo contrario, es expresar un sentimiento verdadero que tiene sus efectos positivos para el bienestar propio y de los demás. A pesar de las dificultades, problemas, contrariedades… vivir agradecidos posibilita la capacidad de crear felicidad.