Por: Àngels Roura Massaneda
Coach de equipos, ejecutiva y personal. Màster Trainer en PNL (Programación Neurolingüística). Psicopedagoga y maestra.
Barcelona, julio 2018
Foto: Àngels Roura Massaneda
Formar parte de un colectivo, de un grupo o de un equipo supone diferentes grados de implicación. Exige mayor o menor grado de compromiso y responsabilidad individual.
Cuando parece que no se avanza al ritmo que uno esperaría o cuando se tiene la sensación que tanto el ambiente como el trabajo no son bastante satisfactorios, acostumbro a hacer una pregunta:
– ¿Cuándo sumamos como equipo?
Y, añado: – ¿cuándo sumas tú?
Preguntarse cuáles son la condiciones que deben reunirse para que lo que hacemos suponga una suma, resulta necesario.
¿Cuáles son los comportamientos, qué actitudes, qué estado emocional, qué miradas nos ayudan a contribuir, a ser más resolutivos, productivos, a tener mejores relaciones interpersonales y a sentirnos más satisfechos con lo que hacemos y cómo la hacemos?
Hace pocos días, en un equipo nos hicimos estas preguntas:
- ¿Cuándo es que sumamos?
- ¿Cuándo es que restamos?
- ¿Qué necesitamos incorporar?
- ¿De qué queremos prescindir?
- ¿Qué habilidades/recursos utilizaremos para sumar todos y entre todos?
Nace de aquí una reflexión interesante porque hace visible como vivimos cada uno de nosotros una misma situación, cómo vemos aspectos diferentes, variables, causas y consecuencias diferentes.
Puesto todo encima de la mesa, viene el momento de consensuar la lectura. Llegar a acordar todo aquello que compartimos del análisis y, paso siguiente, priorizar según importancia y decidir qué hacemos.
Cuando analizamos «¿cuándo sumamos como equipo?» nos damos cuenta de toda la vertiente personal que interviene. Cada uno identifica en sí mismo «¿cuándo sumo yo?» y reconoce las dificultades personales que cada uno lleva en su mochila.
Entonces, somos conscientes, a título individual, de cuando…?
- Interrumpimos
- No escuchamos
- Infravaloramos la opinión de los otros
- Tenemos conversaciones paralelas
- Nuestra ‘razón’ nos hace inflexibles
- Un detalle pasa a ser el núcleo
- No estamos presentes (solo lo estamos de cuerpo)
- Nuestro mundo emocional está colapsado, vacío, bajo, etc.
Tenemos mucha responsabilidad individual cuando formamos parte de un equipo. No vale querer diluirse entre el colectivo, ya que es el camino directo no solo hacia la mediocridad sino hacia la condena del equipo (tanto en proceso como en resultados).
Por tanto, «¿cuándo sumas?»
Toma consciencia de tu presencia y de tu contribución.
Toma consciencia de qué aportas al equipo.
Del uno al diez. ¿Cuál es tu grado de compromiso real?
Sé sincero. Sé honesto. Descubrirás aspectos que puedes mejorar para poder sumar más.