Por: Assumpta Sendra Mestre
Profesora de la Facultad de Psicología, Ciencias de la Educación y del Deporte Blanquerna-URL
Barcelona, diciembre 2018
Foto: Pixabay
I have a dream es la frase más popular del discurso de Martin Luther King (1929-1964) y es la expresión más inmediata que surge de mi pensamiento al hacer una nueva mirada a la Declaración Universal de los Derechos Humanos con el deseo que se lleven a cabo para la construcción de un mundo justo y solidario.
El 10 de diciembre esta Declaración celebra los 70 años, un largo recorrido que tiene unos orígenes que nos llevan al año 1948 en un contexto histórico de conflictos. En concreto, se reunía en París la tercera sesión de la Asamblea y su presidente Evatt, jefe de la delegación de Australia, anunciaba un hecho trascendente: los treinta artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Culminaba la tarea de tres años, desde febrero del 1946 hasta diciembre del 1948. Un periodo largo para redactar un documento que estaba reforzado por la aceptación por parte de regímenes políticos, tradiciones culturales, sistemas filosóficos y religiosos muy diversos.
La Declaración de los Derechos Humanos fue un texto que todavía hoy tiene un impacto y una vigencia porque proponía y propone objetivos que piden una respuesta ética y una toma de conciencia humana y comprometida hacia unos valores que humanizan: dignidad, libertad, solidaridad, igualdad, respeto, justicia…
Pero, hace falta discernir en el significado del «derecho». Alfred Rubio (1919-1996) escribía el año 1995 que: «Podemos medio soñar cómo sería un Derecho verdaderamente y profundamente humano, no solo surgiendo de una fría justicia sino además, de una “civilización del amor” y, por eso, totalmente solidaria en que, por una muy sensible justicia distributiva para todos, los recursos de este mundo estén a disposición para el bien de cada persona por igual.» Gran reto para hoy y ahora, en este siglo xxi, conseguir este bien para cada persona sea como sea y venga de donde venga.
En una ocasión entrevistaba al periodista Lluís Foix y le preguntaba el porqué estamos tan lejos del cumplimiento del primer artículo de los Derechos Humanos que dice: «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y en derechos.» Su respuesta fue realista, ya que constataba que: «Estamos lejos todavía de su cumplimiento y nunca llegaremos a lograr la igualdad total, ya que desde que la humanidad existe hay constantemente conflictos, intereses contrapuestos, desigualdades, injusticias y todo tipo de defectos sociales que hacen que la dignidad humana no se respete.»
A menudo nos quejamos de cómo está la situación mundial y expresamos que no hay nada que hacer, pero en palabras de Mahatma Gandhi (1869-1948), que colaboró en la redacción de la Declaración de los Derechos Humanos, nos dice a cada uno de nosotros: «Se el cambio que quieres ver en el mundo». Y en palabras de Stéphane Hessel (1917-2013), también uno de los redactores de la Declaración, en su ensayo ¡Indignaos! dice: «La peor actitud es la indiferencia. Si os comportáis así, perdéis uno de los componentes esenciales que forman al hombre: la facultad de indignación y el compromiso que la sigue».
No dejemos de soñar para pasar a la acción con sentido y coherencia ante el escenario real lleno de desigualdades que nos toca vivir en nuestro entorno, en la sociedad y en el mundo. Sabemos que es necesaria una transformación que a pesar de depender de los gobernantes, hace falta la implicación del ser humano. Afortunadamente, nuestro país tiene una riqueza considerable de entidades comprometidas y de personas voluntarias que contribuyen a este bien personal y social.