Por: Leticia Soberón
Cofundadora Innovation Center for Collaborative Intelligence
Barcelona, marzo 2019
Foto: Pixabay
Nuestra época, marcada por el avance tecnológico y el acceso digital, no parece favorecer la interioridad y el sosiego del ánimo. Si queremos lograrlos, deberemos caminar a contracorriente, al menos en algunos aspectos, de manera decidida.
Hay dos factores que debemos aprender a gestionar. Por una parte la urbanización acelerada (cerca del 70% de las personas vivirá en ciudades en el 2050) nos aparta de la naturaleza y su contemplación; el cielo estrellado, el aire puro, los bosques, el mar en calma… Son elementos que nos ponen de manera más inmediata en un estado de serenidad y grato asombro. Los paseos tranquilos por senderos arbolados, la compañía de pájaros y otros pequeños animales nos recuerdan que somos parte de ese entorno terrestre, que no somos extranjeros en nuestro planeta, que la vida es un portento en medio del universo, que todo tiene su lugar en el ciclo natural de las estaciones. Pero en nuestro tiempo, para millones de personas, la naturaleza está solo en sus pantallas de ordenador o en bellos documentales televisivos. En directo se reduce a precipitados tiempos de vacaciones en los que debemos sortear el exceso de turistas y ruido.
Por otra, el bombardeo mediático al que estamos sometidos a toda hora y por todas partes (a través del móvil, ordenador, televisión, radio, anuncios visuales y pantallas en lugares públicos). En un minuto se realizan 3 millones de búsquedas en Google, se envían 38 millones de mensajes por Whatsapp, se ven 4.5 millones de vídeos en Youtube, se consumen 266 mil horas de visión en Netflix… En Estados Unidos ya hay jóvenes que pasan nueve horas diarias jugando a videojuegos. Pero si vamos por la calle, difícilmente podremos concentrarnos, reclamada nuestra atención por pantallas publicitarias de gran tamaño. Todo, antes que dejarnos pensar tranquilos y sosegadamente. ¿Nos asombra que existan cada vez más niños con el síndrome de déficit de atención? ¿Es extraño que la dispersión mental provoque en millones de personas tristeza, desconcierto y sensación de falta de sentido?
El mito de la multitarea
Nos parece que podemos gestionar toda esa información además del trabajo habitual. Y nos lanzamos a lo que llamamos «multitarea». Quizá esta se dé en las acciones rutinarias y motoras, que «funcionan solas», mientras permiten centrar la atención en tareas mentales complejas. Podemos cocinar mientras hablamos por teléfono, una forma de multitarea. Pero no es esto a lo que suelen referirse los que defienden la multitarea en el pensamiento, sino a la verdadera posibilidad de desarrollar, simultáneamente, tareas intelectuales complejas en varios campos a la vez.
Sin embargo, lo que hacemos es pasar de una a otra rápidamente. Cuando realizamos dos o más tareas de una cierta complejidad –es decir, que requieren prestar atención consciente, seguir un hilo, dirigir nuestro pensamiento, reflexionar, opinar y participar– en realidad no estamos trabajando simultáneamente, sino que saltamos de una a otra velozmente. Imaginemos dos vías de tren separadas por cincuenta metros que van en paralelo de una ciudad a otra. Podemos ir siguiendo una en un momento determinado, saltar a la otra, luego volver a la primera y así sucesivamente. Pero no podemos estar a la vez en las dos vías. Y, además, hay momentos en los que no estamos en ninguna de ellas, sino en el salto de una a otra.
En realidad estamos pagando un alto coste de transición entre una tarea y otra. ¿A qué llamamos «coste de transición»?
- Al tiempo que tardamos en recuperar mentalmente el hilo de lo que se está diciendo, para darle sentido intentando conectarlo con lo que recordamos de las últimas veces que estábamos haciendo esa tarea.
- A la pérdida de información que se nos escapó mientras realizábamos la otra tarea. En el mejor de los casos podremos pedir que nos hagan un resumen limitado, con la consiguiente pérdida de tiempo para el grupo y el margen de error por no tener los detalles. Pero podemos perdernos una información destacada que en las tareas intelectuales puede ser relevante.
- Al desgaste energético por el esfuerzo de mantener fija la atención de manera alterna con la misma intensidad.
Muchas personas ejercen su trabajo o estudios intentando distribuir su atención entre redes sociales, medios de comunicación y conversación presencial. Agotador.
La salida
No en vano está volviendo la búsqueda del silencio para poder reencontrar el equilibrio interior, empaquetada en formatos orientales (yoga, meditación zen, etc.), anglosajón (mindfulness) o religioso (retiro, ejercicios espirituales). Todos necesitamos bajar revoluciones en nuestro cerebro, reducir el número de estímulos, reencontrar la paz mental para poder dirigir nuestra vida con mayor conciencia y libertad, vivir más plenamente y gestionar los desafíos cotidianos.
Centrar la atención de manera sostenida se ha convertido en una competencia muy valorada en los entornos empresariales. ¡Y un deseo inalcanzable para muchos niños y adultos! Empecemos a rectificar el rumbo concediéndonos el descanso del silencio y la serenidad. Nuestro bienestar será notablemente mayor y, paradójicamente, seremos más libres.