Por: Josep M. Forcada Casanovas
Àmbit Maria Corral
Barcelona, julio 2019
Foto: Pixabay
El término autoestima proviene del latín aestimare que significa amar. La autoestima es, por tanto, el aprecio personal a la persona que valora la realidad, los actos y lo que le sucede en su ser. La adecuada capacidad de autovalorarse es muy importante respecto a la conducta humana, de tal manera que en la medida que la autovaloración se ajusta a la realidad es fuente de armonía psíquica y de equilibrio para entender las ideas, los defectos, los límites y todo aquello positivo y negativo.
Cuando nos evaluamos, lo hacemos desde la subjetividad y no siempre lo hacemos correctamente. El punto de partida de esta autoevaluación es saber responder a las preguntas: ¿quién soy?, ¿qué soy?, ¿qué hago?, ¿cómo actúo?… Siempre la respuesta es aproximativa y orientativa en la cual existe una coherencia que responde a un estado de ánimo, a una capacidad de entender la realidad o simplemente una forma discursiva de apreciar la existencia en relación con uno mismo y con los demás.
En el fondo en la autoestima uno se pregunta por la propia felicidad, cómo la evalúo, cómo la comparto o cómo la escondo. Es también preguntarse ¿cómo me quiero a mí mismo? sin caer en un falso pudor por el hecho de querernos. Esto no anula la capacidad de querer a los demás. Solo se tiene capacidad de querer bien al prójimo cuando uno se siente bien consigo mismo. Además, querernos, nos invita a descubrir en nuestro pozo interior todas aquellas capacidades que nos ayudan a poder compartir.
Al preguntarme por mi ser, si encuentro una respuesta satisfactoria, conseguiré aceptarme como soy y donde estoy de manera más feliz, especialmente en relación con los demás. Un paso más en este autoanálisis es poder preguntarse por las cualidades, defectos, límites morales, capacidades, intenciones, decisiones, formas de sentir, y de estar con los demás. Una autoevaluación positiva siempre es gratificante.
La capacidad de sentirnos autoestimados es la base para vivir una sana autonomía personal. Los padres y educadores han de ir cultivando en los niños, a través del afecto, esta sana autoestima. ¡A cuánta gente nadie le ha valorado nada de lo que ha hecho en la vida! ¡O nadie les ha felicitado por sus acciones! La evaluación positiva por parte de los demás es necesaria para que se produzca en la persona una integración generosa y amplia del propio ser. También es fundamental educar e incorporar el fracaso como aspecto de la formación de la persona. Hemos construido un nivel de emociones a nuestra medida en el que nos hemos olvidado de aquellas emociones que nos ayudan a que sean un contrapeso en nuestra existencia.
Es importante felicitar los pequeños gestos que ayudan a crecer y por otra parte ser más agradecidos a nuestro ser, a nuestro cómo existir, a nuestra suerte de haber podido llegar a ser como somos. Hay personas que no se gustan, y se pasan la vida pensando que podrían ser de otro modo, o incluso, que podrían haber nacido en otra familia y les disgusta su propia personalidad y existencia. Es imposible biológicamente, ya que uno es fruto de la unión de un óvulo y de un espermatozoide concretos. Es necesario promover aquel estado de ánimo interior que capacita para sentirse valiente con uno mismo, y poder valorar que la vida vale la pena y que los que me dieron la existencia me dieron lo mejor. Sin duda ello nos conduce a sentir el bien ser y ser amigo del propio yo.
Otro aspecto importante es descubrir que nuestro ser «se hace» o «se realiza» con los otros. Somos, en la medida en que nos sentimos en relación con los demás, con el presente, con la historia, con los acontecimientos de cada día… Almacenamos en nuestra mente muchas vivencias que si no las compartimos, probablemente se deteriorarán. Es un tesoro sentir la existencia de los demás que nos ayuda a autoevaluarnos y nos da pistas para poder valorar nuestro ser y estar.