Por: Elisabet Juanola Soria
Periodista
Chile, noviembre 2019
Foto: Elisabet Juanola Soria
Estos días Chile ha alzado la voz y ha dado una señal potente desde el malestar, la injusticia y la desigualdad de la ciudadanía. Un grito imparable que emerge de las entrañas de este país sísmico, como el magma de un volcán esparciendo sus cenizas candentes urbi et orbe. Esto muestra que los indicadores macroeconómicos no generan felicidad, que no hay bienestar ni igualdad, y que las oportunidades para el desarrollo humano son pocas y cada vez menos. No es solamente un tema económico, que lo es, porque la gran mayoría de la gente no llega a fin de mes, es también un tema de esperanza, de proyección, de sueños… Algo para lo que hay que estar tranquilo, sereno y con las necesidades básicas cubiertas.
Esta situación viene de tiempo atrás, cuando nos presentaron un modelo económico basado en un sistema en el que se estiraba más el elástico sin ver la realidad de las personas. Solo se ve la producción y el crecimiento del país. Se estiraron demasiado los sueldos bajos por cuarenta y cinco horas semanales (sin contar horas extras), las diferencias y el maltrato. Hemos estirado tanto que no nos llegamos a creer que somos esclavos y hemos, además, normalizado la represión del dinero, el hacer la vista gorda y el robo.
Conversar un vinito es una expresión que en Chile significa literalmente reunirse a conversar tomando vino, no se especifica la cantidad, en general vino tinto, pero no excluye otros y puede incluir cerveza. Para «conversar un vinito» es oportuno un picoteo, pero se puede prescindir en caso de estar cortos de plata, lo que no puede faltar es el vino. De este modo se arregla el mundo, se sueña, se intercambian pensamientos y percepciones, paladeando, claro está, ese mosto denso y abrigador de los crepúsculos cada vez más helados de este país, casi desierto, donde es raro que al anochecer haga calor.
Un tema ineludible al conversar un vinito es el país, pero no excluye otros y puede incluir el mundo. Es oportuno tener opinión política, pero puede omitirse en caso de pensar distinto, lo que no puede faltar es conversar del país y su conducción. Es aquí cuando las personas escuchan unos de otros la desidia, la desazón, el cansancio, la tristeza de un mundo en el que los que mandan están convencidos de que los demás no ven, no saben y no piensan, cuando es todo lo contrario. Y así, con más academia o menos, con más erudición o menos, pero todos con argumentos, convicción y pensamiento, los habitantes de este pequeño país de América expresan alto y claro: basta, queremos volver a ser personas y no queremos que nos engañen más.
Volver a ser personas, sí. Para tener acceso a una educación, vivienda, salud y vejez. Por ejemplo, visibilizar una vejez digna, algo tan humano y tan de todos. Si no es que nos vamos antes y de ser así haber contado con la ayuda médica oportuna, porque en Chile, hay personas que mueren por no tener acceso a la sanidad. Hay niños que delinquen porque les sale más a cuenta que ir a la escuela. Hay una gran cantidad de adultos mayores que no pueden dejar de trabajar y es impensable comprar una vivienda propia.
Es necesario mirarnos, recuperar el aprecio a la propia vida y tener proyectos, simples o no, pero hay que soñar.