Por: Sofía Gallego
Psicóloga y pedagoga
Barcelona, gener 2020
Foto: Pixabay
Citar los cambios producidos en los ambientes económicos y sociales en el sentido más amplio en los últimos tiempos resulta un poco recurrente. Solamente si fijamos la atención en el reducido mundo de la familia, observaremos muchas diferencias si comparamos el modelo de la familia actual con el modelo familiar de hace unos treinta años.
Focalizando la atención en el rol de los abuelos dentro del núcleo familiar se hacen más patentes las diferencias. Antes, la palabra abuelos se asociaba a la vejez, hoy puede resultar un poco atrevida esta asociación. Ciertamente, cuando una persona llega al estatus de abuelo quiere decir que ya ha superado un conjunto de etapas vitales, acumulando años, vivencias y experiencias. La diferencia principal a la que hacíamos referencia recae en el estado de salud muy aceptable de la mayoría de abuelos. La mejora del estado general genera un gran número de posibilidades de desarrollar una serie de actividades tanto de ocio como formativas. La oferta en ambos ámbitos es importante por no citar las acciones encaminadas únicamente al ocio. Esta situación de bondad de salud y disponibilidad de tiempo libre abre expectativas para poder ayudar a los hijos en la educación de los nietos.
En algún otro artículo ya hemos hablado del gran refuerzo que significa para las familias jóvenes tener este apoyo. De todas maneras, algunas veces, se puede producir un exceso de entrega por parte de los abuelos y/o también un exceso de demanda por parte de los jóvenes. Situación que puede generar conflicto entre las dos partes.
Como siempre, no hay una situación absolutamente buena ni absolutamente mala. A menudo la renuncia que han de hacer los abuelos de su tiempo libre y de ocio es importante y en ocasiones puede representar un abuso enmascarado bajo el amor filial y la recompensa que supone poder contribuir a la educación de los nietos, a parte de la gratificación que implica estar en contacto con las nuevas generaciones.
No se trata de negar la ayuda a los hijos, todo lo contrario, la ayuda enriquece la persona que ayuda y la persona ayudada, pero esta ayuda ha de tener límites. Poner a disposición de los jóvenes la experiencia acumulada por parte de los abuelos es un valioso regalo que a veces la juventud no sabe valorar y quiere imponer como sea su manera de hacer, sin tener en cuenta la desvaloración que puede sentir la persona mayor que a menudo, por el solo hecho de serlo y notar un disminución de fortaleza, ya tiene una cierta tendencia a infravalorarse.
Quizás sería el momento de reivindicar un cierto derecho de los abuelos a ayudar a la educación de los nietos con acuerdos consensuados con los hijos –proceso en el que ambas partes habrán tenido que hacer algún tipo de renuncia–, a compartir espacios con los pequeños que vayan más allá de los cuidados habituales. Todo ello ha de garantizar a los abuelos unos espacios propios para poder cultivar las aficiones y para el descanso que, siendo personas mayores, se hace más necesario, y para poder vivir la vida de pareja si la suerte así lo ha querido. He hablado de abuelos por tanto todo es aplicable a abuelos y abuelas. A veces hay un alejamiento querido o no de la figura masculina y esta es altamente importante para los niños, muy especialmente en las familias que por una u otra circunstancia la figura paterna es ausente o bien poco frecuente.
La tarea de los abuelos es importante para los nietos y para los hijos, pero hay que saber compaginarla con la vida que como persones mayores tienen los abuelos.