Por: Pere Reixach
Especialista en Estudios del Pensamiento y Estudios Sociales y Culturales
Barcelona, mayo 2020
Foto: Pixabay
El economista Xavier Sala i Martin, siempre contundente y gráfico en su visión de la realidad, dijo en Catalunya Ràdio (30/04/20): «Con la Covid-19 ha caído el meteorito que extinguió a los dinosaurios y millones de especies. Todo el mundo tiene que entender que quién se adapte, sobrevivirá. Y los restaurantes, las tiendas y el pequeño comercio que no se adapten, tendrán que cerrar las puertas. Dejemos de esperar una ayuda de los gobiernos, que no vendrá, y que todo el mundo intente adaptarse».
¡Pura teoría del darwinismo social! Aun así, los datos facilitados este mes por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) dicen que la Covid-19 ya lleva destruido el equivalente a catorce millones de empleos, le dan en parte la razón. Digo en parte, porque no nos dice hacia donde se tienen que adaptar, ni tampoco que la destrucción ingente de puestos de trabajo, no siempre es a causa de meteoritos o de virus, sino que la misma evolución del mundo de la empresa y de rebote la destrucción de empleo, ha sido una constante en la historia de la economía. Los males de las empresas no son solo a causa de la maldita pandemia, sino de su estructura mental.
Modestamente intentaré complementar el diagnóstico del acreditado economista con este breve trabajo valiéndome del pensamiento de Stephen R. Covey, que fue uno de los más prestigiosos asesores de empresa de los EEUU, autor de diferentes libros de liderazgo basados en principios universales, aceptados por las grandes religiones y sistemas filosóficos del mundo. Concretamente, en uno de sus últimos libros, El octavo hábito, describe «las cinco eras de la voz de la civilización» que son: la del cazador recolector, la de la agricultura, la industrial, la del trabajador del conocimiento y la información y la de la SABIDURÍA.
Empieza el análisis con una cita: «Cuando cambia la infraestructura, retumba todo». Esto explica que el cambio de una era a otra conllevaba la destrucción del 50% de los empleos anteriores, pero aumentaba la producción un mínimo de cincuenta veces más. O sea, menos trabajadores, más producción. También describe la gigantesca irrupción de la era industrial con fábricas, especialización, trabajo en cadena, organización jerárquica «donde hay patrón, no manda marinero» donde el trabajador se convierte en el «subordinado» que no puede tomar iniciativas y en consecuencia se inhibe a la espera de órdenes superiores, donde también el obrero se convierte en una pieza más del proceso. Todo esto nos ha dejado la triste herencia de la «cosificación» donde la persona es una «cosa» de la cual puedes prescindir cuando haga falta. Todavía hoy contablemente, el trabajador es un gasto y las máquinas un activo. ¡Qué inversión! ¡Qué paradoja!
Utilizar a las personas como un medio en beneficio propio y no de la propia persona, no está arraigado solo a las empresas, sino en el mundo de la política y de rebote de las instituciones. La estructura empresarial e institucional queda afectada por el aluminosis que genera el maquiavelismo: «El fin justifica los medios». Lástima que el fin no sea el «yo gano, tú ganas», sino el «yo gano, tú pierdes» generador de la más absoluta desconfianza hacia sus hipócritas actitudes.
Podemos admitir que la voz que dé sentido a nuestra civilización del «conocimiento y la información» sea todavía hoy la mentalidad de «el hombre es un lobo para el hombre» (Plauto) que cabalga como jinete del Apocalipsis a caballo de robots, y nos deja la triste herencia de la ignominiosa desigualdad, con veintiséis multimillonarios que poseen más dinero que los tres mil ochocientos millones de personas, pobres de solemnidad, y con una proyección que en el año 2030 habrá quinientos millones de personas con pobreza extrema (Reloj Mundial de la Pobreza, organización a la cual el gobierno alemán apoya).
Afortunadamente en una consulta dirigida por un profesor de Oxford sobre la conveniencia de aplicar ahora, la llamada Renta Básica Universal, un 71% de los europeos ha respondido afirmativamente. Hasta hace muy poco, solo una minoría extemporáneamente hacían esta exótica petición. Una brizna de esperanza para combatir la pobreza y una mayor igualdad. La RBU es un elemento del camino. Aun así, la máxima igualdad posible vendrá de la mano del cambio de mentalidad hacia la civilización de la SABIDURÍA: «Los problemas significativos que tenemos que afrontar, no pueden solucionarse en el mismo nivel de pensamiento en el que estaban cuando los creamos» (Albert Einstein).
Empresas e instituciones tienen que prosperar poniendo a la persona en el centro de su organización y como eje principal de su actividad. O sea, procurar por su Cuerpo (cobertura de necesidades fisiológicas y de seguridad dignas), por su Corazón (inteligencia emocional), por su Mente (conocimientos y habilidades, pero también un hito, un sentido de la vida, preguntándose ella misma como organización y cada uno de los colaboradores, cuál es su misión en la vida), por la Espiritualidad (la trascendencia de los actos hacia un bien superior).
La adaptación proclamada, siempre conveniente y necesaria, entiendo que tiene que ser para integrarse en la era de la SABIDURÍA que nos permita ser más humanos en espacios humanizados.