Por: Assumpta Sendra Mestre
Directora Àmbit Maria Corral
Barcelona, octubre 2020
Foto: Assumpta Sendra
Todavía recuerdo el impacto mediático y social del acontecimiento histórico del 27 de octubre del año 1986 convocado por el Papa Juan Pablo II, en el que hacía un llamamiento a todas las partes del mundo en conflicto para conseguir que durante una jornada hubiera una tregua de combates, de conflictos, de armas… Se convocó a los jefes de estado y de gobierno de los 113 países que en aquel momento mantenían relaciones diplomáticas con la Santa Sede. Justo en aquella fecha, en la gran mayoría de los 43 países donde había guerra o terrorismo, callaron las armas y durante un día fue posible el gozo de la paz tan deseada.
Hará 31 años de la celebración de esta cumbre y todavía sigue siendo un recuerdo vivo porque dejó huella el paso de tantas personas con una misma intención. Se reunieron 71 dirigentes de religiones no cristianas, 54 de las cristianas y 25 representantes del episcopado mundial en la ciudad de Asís, un lugar histórico donde hay el testimonio de «paz y bien» de San Francisco. Para este encuentro, el Papa dio la consigna de «no rezar juntos sino estar juntos para rezar». Es decir, no podía ser una oración conjunta universal sino que había que encontrar una fórmula para que cada cual pudiera hacerlo a su manera.
En esta convocatoria el Papa Juan Pablo II deseaba «contribuir a suscitar un movimiento mundial de oración por la paz pasando por encima de las fronteras y naciones» y así conseguir que los creyentes de todas las religiones llegaran a abrazar el mundo entero. Él decía que la humanidad estaba necesitada de paz y ya en su discurso de la Jornada Mundial de la Paz, el 1 de enero del 1986, hizó hincapié en dos pilares: «El compromiso por la justicia y la disponibilidad al perdón». En Asís el papa Juan Pablo II resaltaba que «en la justicia no puede haber verdadera paz si no es dentro del respecto de la dignidad de las personas y de los derechos y deberes de cada cual. Y también el perdón porque cura de raíz las heridas del corazón y restablece la profundidad de las relaciones humanas turbadas». Recordar acontecimientos, testimonios, palabras, gestos, intenciones… es contribuir al reconocimiento, en este caso de San Juan Pablo II que justo este año celebramos el centenario de su nacimiento.
Como podemos comprobar, el deseo de paz sigue vigente porque el Papa Francisco, el 3 de octubre de este año, fiesta de San Francisco en la ciudad de Asís, firmaba la encíclica social Fratelli tutti sobre la fraternidad y la amistad social para construir un mundo mejor, más justo y pacífico, con el compromiso de todos. Con mucha fuerza reafirmó «el no a la guerra» y dijo que: «Un mundo más justo se consigue promoviendo la paz, que no es solo ausencia de guerra, sino una verdadera obra ‘artesanal’ que implica a todos.» Y subrayó que «está ligada a la verdad, la justicia y la misericordia».
Sabemos que para que haya paz hace falta una buena gestión política. Esto me hace pensar en los estudios del iniciador y creador de la teoría y el método de investigación sobre la paz, Johan Galtung hacia los años sesenta, que consideraba que la paz era una de las palabras más utilizadas y manifestaba que: «La paz no consta en la agenda política como cosa inmediata, compleja y difícil. Y tendría que orientar inmediatamente la atención hacia los problemas que constan en la agenda política, intelectual y científica de hoy y de mañana.» También el Papa Francisco, en el acto recién celebrado el 20 de octubre en Roma en el Encuentro Internacional de Oración por la Paz en el Espíritu de Asís organizado por la Comunidad de Sant’Egidio, decía que «el mundo tiene mucha sed de paz» y que «poner fin a la guerra es el deber de los políticos. La paz es la prioridad de cualquier política».
Es bueno considerar, desde el recuerdo histórico del 27 de octubre del 1986 y la encíclica del Papa Francisco, que piden a toda persona la acción de contribuir al bien. Sabemos que el concepto de Paz es polisémico, con una larga historia que ha evolucionado y que recoge varios significados y que puede ser tratada desde diferentes vertientes. Casi todo el mundo desea vivir la paz y sentirla como propia, esta forma parte de la condición humana, es decir, la paz interior. Solo desde esta dimensión se podrá ser artesano de paz, como subraya el Papa Francisco, que empieza por las pequeñas paces cotidianas para aligerar los conflictos y favorecer el diálogo.