Per: Ignasi Farreres Bochaca
Barcelona, octubre 2020
Foto: Pixabay
Los humanos somos todos diferentes por naturaleza o por educación: inteligentes o no en diversa medida, más o menos trabajadores, ahorradores o no, estudiosos o no, más creativos o más pasivos, etc. Esto hace que ninguna persona sea igual a otra, y no solo en las características físicas. La desigualdad es un hecho natural. Esto no quita que todas las personas, por el solo hecho de ser personas, tengan igual dignidad. Esta ha sido una de las grandes aportaciones del cristianismo a la historia de la humanidad.
También en el campo de la economía se manifiesta la desigualdad entre los humanos. Encontramos lógico que quien es más trabajador, o más esforzado o más creativo, tenga mayores ingresos. La desigualdad económica es una realidad no hiriente, siempre que se mantenga dentro de ciertos límites. Pero nuestras estructuras económicas y sociales permiten y, a veces, propician que las diferencias sean enormes, y a menudo desproporcionadas e injustificadas. Valgan algunos ejemplos reales: Tan solo ocho hombres poseen la misma riqueza que la mitad más pobre del mundo, 3.600 millones de personas. Y en España en concreto, la fortuna de tres personas equivale a la riqueza del 30% más pobre del país. Para rematarlo lo haremos con las palabras del expresidente Obama: «Un mundo en el que el 1% de la humanidad controla tanta riqueza como el 99% restante, nunca será estable».
Hoy, el tema de la desigualdad económica es de los más graves que afectan a España y Cataluña, ya que la crisis económica, iniciada a partir de 2007, ha agravado en gran medida, las desigualdades hoy. En España, hoy hay más pobres (son 720.000 las familias sin ningún ingreso, cuando eran 400.000 en 2007), y también hay más ricos (7.000 millonarios más en 2016). Somos el segundo país de la Unión Europea donde más ha crecido la desigualdad (20 veces más que la media europea).
La gran consecuencia de las desigualdades es la pobreza. Esto se comprueba estadísticamente: cuando aumentan las desigualdades, aumenta el porcentaje de pobres, especialmente porque una parte importante de lo que eran clases medias, al perder ingresos –ya sea por causa del paro, por disminución de los salarios, o por pérdida de los propios negocios– pasan a engrosar «el ejército de los pobres». Con esto se desmiente el mito liberal que no importa que los de arriba, los más ricos, ingresen mucho más, ya que al llegar a la saturación de sus necesidades, vierten hacia abajo, hacia las capas de menos renta, sus excesos de renta (es la teoría del degoteo o del derrame hacia las capas inferiores. Se ha demostrado que no es cierto).
Hablando del concepto pobreza, existe la denominada pobreza absoluta (o extrema). Son aquellas personas que según el Banco Mundial ingresan menos de 1,25$ / día (hasta 2008 era 1$ / día), realidad que no les permite acceder a una canasta básica de los alimentos que son necesarios para consumir una cantidad mínima de calorías. En cambio la pobreza básica, es cuando ya no pueden acceder a una canasta de bienes y servicios más amplia como la educación o la salud. Existe un determinado concepto de pobreza, denominado pobreza relativa, que apunta a la no posibilidad de adquirir una cesta de bienes y servicios que pueden asegurar una vida digna.
Su característica es que la medida de la pobreza viene dada por comparación con los estándares de vida de la sociedad en que se vive. Por poner un ejemplo, se podría considerar en pobreza relativa aquella familia que tiene vivienda y puede alimentarse y disfruta de los servicios de educación y sanidad normales, pero que no tiene recursos para irse de vacaciones o enviar a los hijos de colonias escolares. Por ello Adam Smith, el creador de la economía moderna, habla de una carencia que, según las costumbres del país, es indecorosa entre las personas de buena reputación, incluso entre las de clase inferior.
Medidas de la desigualdad: la distribución de la renta. El análisis de la distribución de los ingresos es el mecanismo por el que se conoce la forma que se reparten los recursos materiales, fruto de la actividad económica, entre los diversos estratos socioeconómicos. Se puede hacer desde varios enfoques:
- A) territorial, mide las diferencias de renta entre los habitantes de varias regiones. B) funcional, medida las diferencias entre los estamentos productivos: industria -agricultura-servicios, trabajo-capital.
La herramienta más utilizada es la curva de Lorenz, (véase gráfico). En él, se sitúan, en el eje de las abscisas, la cantidad de población ordenada por su renta, y en el eje de ordenadas la renta. La situación ideal sería una línea recta que indicaría la igualdad absoluta de reparto. Por ejemplo, un 40% de la población recibe el 40% de los ingresos, y un 70% de la población, también el mismo 70% de porcentaje de la renta. En cambio, cuanto mayor sea el semicírculo (a), que separa la curva de la recta, mayor es la desigualdad. Esta área sombreada (a), se denomina área de concentración y se mide con el coeficiente de Gini, que oscila entre el valor 0 (distribución máxima o igualitaria, es decir, todos tienen los mismos ingresos) y valor 1 (máxima desigualdad; una persona tiene todos los ingresos y los demás ninguno).
Es evidente que aquellos que son más pobres, además tienen menos oportunidades para alcanzar objetivos de superación material. Tienen unos niveles inferiores en los accesos a los diferentes niveles de estudios; tienen menos capital social (relaciones con personas o estamentos influyentes o poderosos); menos estímulos familiares, etc., por ello, si no se corrige, la pobreza tiende a perpetuarse. Los hijos de familias pobres tienen más probabilidades de ser pobres. Todo ello deriva contra la cohesión social e incluso la armonía social.
La pregunta crucial es: ¿Se pueden combatir las desigualdades económicas? La respuesta sería decir: Sí, es posible, pero no fácil. El combate vendría por una doble vía:
A) Atacando a las causas de la desigualdad.
B) Aplicando medidas de redistribución de la renta y/o de la riqueza.
Veamos algunas de las principales medidas posibles:
1) Aumentar las rentas del factor trabajo, mediante:
a) Fijación de salarios mínimos.
b) Aumentos generalizados de los salarios.
c) Aumentando las prestaciones por desempleo.
d) Creando puestos de trabajo y reduciendo el número de parados.
e) Reduciendo la economía sumergida.
2) Combatiendo el fraude y la elusión fiscal. Para ser más efectiva, es muy necesaria la cooperación internacional, a fin de eliminar o reducir el número de paraísos fiscales. Ya que de lo contrario, la movilidad y fuga de capitales es muy difícil de evitar.
3) Optar por una presión fiscal más justa y proporcionada. Hay que eliminar muchas exenciones y reducciones fiscales, lo que hace, por ejemplo, que la tasa de fiscalidad efectiva de las grandes empresas, sea muy inferior a la de las PYMES (Pequeña y Mediana Empresa).
4) Estableciendo rentas garantizadas para las familias sin recursos mínimos, como la Renta Garantizada de Ciudadanía.
5) En general, educando continuamente a la población en el deber moral de pagar impuestos, como garantía de tener una sociedad más justa y equilibrada.