Por: Josep M. Forcada Casanovas
Barcelona, diciembre 2020
Foto: Pixabay
La Revolución Francesa del 1789 propagó el eslogan «Libertad, igualdad y fraternidad» para satisfacer la ciudadanía francesa. En aquellos momentos se hacían manifestaciones populares para exaltar la razón considerada como una «diosa», de tal manera que por las calles de París pasearon a una «mujer» representando esta deidad sobre una plataforma llevada a hombros de unos hombres. El público reconocía con gran satisfacción aquel espectáculo y seguramente muchos deseaban que aquella escena significara un momento decisivo para el uso de la razón. En aquel tiempo de cambio tan importante, este eslogan autorizaba a que pasaran por la guillotina el rey, la reina, nobles, políticos, monjas, religiosos y bastante gente de derechas. ¡Qué paradójica realidad! Bien cierto que estos hechos tenían mucho de venganza con el deseo de hacer justicia contra una clase social. Se produjo un importante cambio de la monarquía en la república, que satisfizo muchos ciudadanos.
¿Por qué explico esta historia? La libertad, la igualdad y la fraternidad son totalmente válidas, pero el problema está en que falla algo: el concepto de persona y el derecho que se atribuye al poderoso e, incluso, alguna ley que facilita disponer de la vida de los demás, por ejemplo las guerras.
¿Cuál es el límite de la libertad? No respetar la vida de los demás. La fraternidad no tiene límites. Frater proviene de hermano, es decir, todo existente es hermano de los otros existentes. La fraternidad es para ejercerla libremente y siempre. En lo referente a la igualdad tiene el límite de no caer en sectarismos que anulan la dignidad. ¡Cuántos no respetan la dignidad de las personas de toda edad! Todavía muchos piensan que la dignidad se tiene que dar solo a ciertas personas. Todo ser viviente merece la dignidad, incluidos los animales. Y, también, la conservación de la naturaleza, que tanta belleza aporta, merece cierta dignidad.
Esta reflexión lleva a profundizar en la cuestión de la razón, ya que somos esclavos de aquella definición en la que decíamos que el ser humano es «un animal racional». Muchos todavía se quedan con esta apreciación cuando hay que tener en cuenta que la razón no lo puede todo; se ha de ir más allá. Toda persona tiene unas capacidades que no se pueden desatar de la personalidad humana, ya que la razón dispone de unos elementos emocionales que son capaces de desencadenar unos sentimientos que son básicos a la hora de pensar en el ser humano como un todo.
Las emociones y los sentimientos son unos elementos reales que se elaboran en el cerebro. Por lo tanto, es una actividad racional en la que el cerebro utiliza unas vías que parten de la amígdala cerebral, pasan por el hipocampo y atraviesan la red neuronal para distribuirse por todo el cuerpo obteniendo diferentes respuestas. Las emociones obedecen a unas respuestas más inmediatas, en cambio los sentimientos son más elaborados. No tenemos una constancia científica especial de los factores genéticos que intervienen en este proceso neuronal. Pero sí, hay constancia de cómo se elaboran las emociones a partir de un aprendizaje, y de cómo se pueden gestionar aunque a veces desestabilizan a la persona, de acuerdo con la intensidad propia de la emoción que repercute al organismo humano.
La emoción no es solo un estallido vivencial que pide una respuesta rápida ante un hecho inesperado. Es una reacción inmediata, que muchas veces calificamos de instintiva, pero se deriva de la experiencia. En cambio, en los sentimientos se ponen en marcha una serie de capacidades afectivas o de rechazo donde interviene un nivel de reserva de vivencias, en las cuales predomina una dimensión social, afectiva, negativa o positiva.
Durante este tiempo de pandemia se ha constatado más que la persona es frágil y vulnerable. El ser humano tiene capacidad para descubrir estas vertientes que forman parte de la propia personalidad. Es obvio que muchas realidades que se tenían por firmes y seguras han quebrado. Todo lo que la sociedad consideraba estable, de repente ha tambaleado. Esta nueva situación de más incertidumbre ha llevado grandes trastornos de diferentes tipos, pero es evidente que una de las grandes preocupaciones es la salud emocional y saber gestionarla.