Por: Sofía Gallego
Psicóloga y pedagoga
Barcelona, febrero 2021
Foto: Pixabay
La situación actual es tan nueva y desconcertante para todos que continuamente nos provee de aspectos sobre los cuales reflexionar e intentar sacar algún tipo de enseñanza.
No todos los sectores han sido igualmente perjudicados por la situación social y económica en la que a estas alturas todavía estamos inmersos. Tres son los sectores que, en mi opinión, han sufrido un impacto mayor: en primer lugar la sanidad que ha tenido que adaptarse a la situación para poder atender un número creciente de enfermos y a veces con recursos materiales limitados y muy al principio de la pandemia, incluso técnicos y científicos. El sector económico que debido a las medidas tomadas para poder preservar la salud pública ha perjudicado el tejido empresarial, esto quiere decir a empresarios y trabajadores, en definitiva personas con todas las alteraciones que implica. Finalmente el sector educativo que tuvo que pasar casi en veinticuatro horas de hacer las clases presenciales a tener que hacerlas virtuales.
No quiero escatimar en elogios al esfuerzo que maestros y profesores tuvieron que hacer para poder impartir las clases ante una cámara sin poder percibir lo que es difícil de definir con un nombre técnico y que en la práctica podríamos decir sentir como respira el aula ante la situación docente. Más dificultades aún presentan los niveles en que los alumnos han de hacer aprendizajes básicos como son la lecto-escritura, lenguaje matemático…
Afortunadamente parece que en este momento, las autoridades sanitarias y educativas permiten continuar mantener las escuelas abiertas a los alumnos. Así pues alguna de las cuestiones apuntadas anteriormente se pueden considerar, si no resueltas, sí congeladas, en espera de circunstancias que puedan hacer necesaria su reactivación. Esperamos que no se produzca esta circunstancia.
Sin embargo, como país debemos preguntarnos de qué manera puede haber afectado el desarrollo cognoscitivo de los niños y jóvenes la situación de pasar de la presencialidad a la virtualidad. Esta transición puede ser bastante más impactante, tal como ya hemos dicho antes, en los niveles iniciales de la enseñanza. Supuestamente este impacto debe ser más importante que en los niveles de secundaria, dado que los alumnos de esta etapa están bastante más habituados al uso, e incluso abuso, de las pantallas digitales.
Se imponen investigaciones serias sobre las diferencias en la adquisición de las competencias básicas entre los alumnos de un determinado nivel con los alumnos del mismo nivel que han tenido un aprendizaje virtual. No necesariamente tienen que salir perjudicados estos últimos alumnos. Este hecho nos puede conducir hacia una nueva manera de plantearnos la educación.
Sin embargo, no hay que olvidar que el uso de las llamadas nuevas tecnologías puede tener un sesgo social. Disponer de tecnología implica tener una máquina que nos permita el acceso a la red que a su vez nos permitirá acceder a los contenidos. Disponer de ambas cosas supone un gasto que no todas las familias pueden permitirse y una vez más nos encontramos ante una situación que se da con demasiada frecuencia: las familias más desfavorecidas económicamente se ven más perjudicadas. Sin duda la Administración educativa ha querido paliar estos casos, pero seguro que la inmediatez que requería la situación dificultó y mucho su resolución.
La sacudida social por la que hemos pasado ha sido y es tan intensa que se hace necesario reflexionar sobre ella para poder crear, en el futuro, una sociedad mejor aprovechando los sacrificios que como sociedad hemos hecho.