Por: Pauline Lodder
Pineda de mar, abril 2021
Foto: Pixabay
La pandemia del COVID-19 ha hecho surgir preguntas sobre nuestras sociedades y nuestra manera de vivir: ¿Cómo reinventar nuestra sociedad? Sería bueno reaccionar y no quedarnos –las sociedades– simplemente sentadas sobre las ruinas económicas, sociales y sanitarias que la pandemia ha provocado. Y sobre todo, evitar reconstruir todo como estaba antes. ¿Pero cómo cambiar las estructuras?
El movimiento de los colibrís promueve la convicción que, para cambiar estructuras hay que cambiar individualmente. Cada uno tiene que hacer su parte. Se basa en la leyenda del colibrí: Un día hubo un incendio inmenso en el bosque. Todos los animales aterrorizados observaban con impotencia el desastre. Únicamente el pequeño colibrí se activaba, buscando gotas de agua con su pico, para tirarlas sobre el fuego. Después de un cierto tiempo, el tatú, molesto por la agitación tonta, dice: «¡Colibrí! ¡Estás loco! ¡No son con unas gotas que vas a apagar el fuego!» El colibrí le responde: «Lo sé, pero yo hago mi parte».
El movimiento de los colibrís se da como misión: inspirar, enlazar y apoyar nuevos proyectos de sociedad. Aprovechando la inteligencia colectiva de sus miembros, buscan innovar nuestra manera de alimentarnos, de vivir, de desplazarnos, etc. Empiezan con la promoción de acciones pequeñas, que cada persona puede intentar poner en práctica, pero a partir de allí han elaborado también planes para la agricultura, la educación y para reinventar la democracia.
Pierre Rabhi, uno de los fundadores del movimiento, dice que la educación es fundamental. En vez de educar a la competitividad, habrá que enseñar a ser solidarios. Un niño o un adulto que ya no se preocupa por dominar se convierte en una persona apaciguada. Tenemos que desarrollar esta energía extraordinaria que es el amor. Es, sin duda, la mayor energía transformadora del mundo. Es la fuente de la verdadera transición interna. Hay que construir un ser diferente. Un ser de conciencia y compasión, un ser que, con su inteligencia, su imaginación y sus manos, rinda homenaje a la vida. Porque la vida no pertenece al ser humano; más bien el ser humano pertenece a la vida.
Ojalá sepamos aprender de los colibrís, tanto del pajarito como del movimiento que lleva este nombre, para una transformación interior y para empezar a reaccionar localmente ante los problemas globales.