Por Jordi Palou-Loverdos
Director de la Fundación Carta de la Paz dirigida a la ONU (www.cartadelapaz.org)
Barcelona, mayo 2021
Foto: Pixabay
Como sabemos, en este plano de existencia, la vida de los seres humanos, la vida de la humanidad, la vida de animales, plantas y el planeta entero está en constante cambio y transformación. Siempre ha sido así, pero en las últimas décadas el cambio se acelera exponencialmente.
Las gotas de rocío de cada amanecer son a la vez nuevas y a la vez están conectadas con el vapor de agua de las noches y los días precedentes y, en última instancia, están conectadas con los asteroides y cometas que nos regalaron el agua desde el cielo hace millones de años. Cada mañana se transforman y se evaporan, elevándose.
Como sabemos también, tanto la Tierra como los seres estamos compuestos en gran medida de agua. La cristalización cambiante del agua y los distintos nombres y formas en que se presenta el mismo elemento y esencia, como rocío, escarcha, hielo, nieve, lluvia, vapor de agua, niebla, nube, lágrimas, río, mar, océano… nos invitan a contemplar, a la vez, los cambios constantes y también la existencia continuada, con el sol y la luna bailando sobre nuestras existencias y horizontes circulares. El agua de la que estamos compuestos se constituye en canal para los intercambios en nuestras relaciones, en la que mente y corazón se sirven de ondas electromagnéticas. No en vano, el agua se ha asociado simbólicamente, en muchas culturas, con la vida, el aspecto femenino y los sentimientos y emociones.
La Carta de la Paz dirigida a la ONU –impulsada inicialmente por la Universitas Albertiana y el Àmbit d’Investigació i Difusió Maria Corral– destaca en su punto V «[…] los seres humanos, por el mero hecho de existir –pudiendo no haber existido–, tenemos una relación fundamental: ser hermanos en la existencia. Percibir esta fraternidad primordial en la existencia, nos hará más fácilmente solidarios al abrirnos a la sociedad».
La crisis (cambio) global que estamos viviendo nos invita a tomar conciencia de esta existencia compartida, en la que casi 7.700 millones de seres humanos y cientos de miles de millones de otros seres en la misma gota de agua suspendida en el universo compartimos la vida en tiempo presente. No es la primera pandemia que vivimos y, probablemente, no sea la última. Pero no había afectado a tantos seres a la vez, interconectados de forma natural, aunque también de forma telemática, como nunca en la historia. Esta sindemia causada por un virus minúsculo e invisible pone de manifiesto no solo afectaciones a la salud individual y colectiva, sino también graves desigualdades, enfermedades físicas y sociales e injusticias, que ya estaban ahí, pero ahora siguen saliendo al descubierto. También ha sacado a la luz innumerables iniciativas y acciones de solidaridad y compasión por los que lloran cerca y los que lloran más allá del horizonte.
La profundización de la polarización en personas y comunidades, la extensión del miedo a todos los niveles, las espirales de violencias directas, culturales y/o estructurales, las voluntades y acciones de dominio sobre los otros hacen creer –tanto a los que se benefician aparentemente como a las personas y comunidades afectadas– que estas situaciones son reales y pervivirán en el tiempo. Los más diversos científicos, filósofos y personas de diversas culturas y espiritualidades nos recuerdan que la oscuridad no existe, que es la ausencia de luz. A pesar del ruido de las oscuridades, se mueven en silencio innumerables personas y comunidades para llevar la luz allí donde no aparece o está escondida. Vivimos una oportunidad para elevar nuestra conciencia individual y colectiva que no podemos dejar pasar.
En este contexto, hace más de un año que, inspirados por las personas y el espíritu de las Cherokee Peace Villages, iniciamos el camino de la iniciativa denominada Ésser en Pau / Ser en Paz (Eep!), un diálogo de calidad y con una metodología en tres fases en diversos ámbitos y dimensiones, focalizando la atención en la situación social y política en Cataluña-España, así como también el Eep/Pandemia, desde el confinamiento del pasado marzo del 2020.
Hace unas semanas la Venerable Dhyani Ywahoo (líder espiritual Cherokee que recoge la tradición de veintisiete generaciones) expresaba lúcidamente: «[…] Se dice que ocultos dentro de la ignorancia, cuando se rastrean hasta su raíz, podríamos encontrar remedios de métodos hábiles y actividad compasiva; ahora es el momento de hacerlo. El entrelazamiento cuántico revela que nuestro pensamiento y nuestra palabra resuenan a través del campo del potencial y buscan manifestarse como algo relativamente real. Ahora es el momento de que cada uno de nosotros cultive cuidadosamente la palabra y la acción que potencian la fuerza vital y la sabiduría…».
El reto de nuestro presente –y de nuestra vida– no se puede expresar mejor en pocas palabras. Debemos aplicar «re-medios» cuando hemos perdido –aparentemente – el medio, cuando perdemos el centro, sea a nivel físico, mental, emocional y espiritual, personal, comunitario o global. Ante la pérdida del medio aplicamos meditatio, mediatio, medicatio (que comparten la raíz «medio», aplicado a diferentes niveles).
Antes de empezar el diálogo, antes de expresar palabras, invitamos al silencio de la meditatio, para reconectar con nuestro medio o centro original personal y colectivo, para focalizarnos en la Ley de la vida impresa en nuestras células y seres, unas gotas elevadas que descansan en un lago en paz e irradian nuevas ondas electromagnéticas circularmente en todas direcciones.
Una vez estamos preparados facilitamos entre nosotros la expresión de las palabras y los silencios a través de la mediatio, encontrando un nuevo medio y centro colectivo a través del diálogo social mediador; un espacio y un tiempo de expresión y escucha a fuego lento, de descanso y activación que invita a transformar las emociones y pensamientos negativos, así como los resentimientos individuales y colectivos, algunos incluso resentimientos históricos causados por traumas individuales y colectivos pasados, en pensamientos y acciones originales que emergen de nuestros centros reencontrados, nuevos medios dinámicos que nos armonizan como personas y pacifican nuestros entornos.
Por último, a partir de los nuevos centros generados por dicho diálogo de calidad, invitamos a realizar la generación de la «visión común» como hacen desde la antigüedad numerosas tradiciones culturales y espirituales del planeta. Nos aplicamos y aplicamos al planeta medicatio, el buen «re-medio» y la buena medicina de cultivo de nuestras mejores semillas por las personas y para las personas, para todos los seres. Irradiamos una visión común que impregna todos los campos y niveles, desde nuestras entrañas hasta envolver de curación y luz a todo el planeta.
Vivimos para ser, como dibuja el salmón en su viaje circular por los rocíos de la vida, nadando a contracorriente hacia las aguas cristalinas que un día le vieron nacer. A través de meditación, mediación y medicación, interconectadas, invitamos a cristalizar la armonía –en nosotros y a nuestro alrededor– como una nueva gota de rocío en el amanecer.